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INDECISIÓN

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INDECISIÓN

¿Quién no se ha sentido inseguro alguna vez?

Pocas personas han podido escapar de este sentimiento.

Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos visto atrapados por este sentimiento.

El problema viene cuando la inseguridad se convierte en una constante que condiciona nuestra existencia.

Se supone que cuando nacemos, todos traemos un kit de supervivencia, lleno con los recursos que vamos a necesitar para desenvolvernos en la vida.

Pero el ser humano es la especie más indefensa y necesita la ayuda de los demás para crecer y poder desenvolverse solo.

En este desarrollo está la clave y es cuando empezamos a cimentar nuestra seguridad o inseguridad.

Se establece un vínculo de dependencia con quien nos ayuda a crecer, generalmente los padres, y en la medida de que estemos más o menos protegidos, en el futuro nos mostraremos más o menos inseguros.

Cuando nos hacemos dependientes, dejamos de manera inconsciente, que los demás decidan por nosotros.

Por eso, cuando una persona insegura sale de “su manto de protección”, le asaltan las dudas, afloran sus debilidades y sus miedos.

La inseguridad pone de manifiesto la falta de autoestima, aunque no siempre es debido a esto, puede ser el temor para asumir responsabilidades, el rechazo a la crítica de los demás, la necesidad de que otros aprueben todo lo que hacemos, la desconfianza en uno mismo o la falta de confianza para tomar decisiones satisfactorias.

La vida nos obliga a elegir continuamente y a tomar decisiones, pero muchas veces el miedo a equivocarnos nos detiene.

¿Qué caracteriza a una persona insegura?

Para entender mejor la inseguridad  y cómo nos repercute, es importante conocer qué supone ser una persona insegura.

Algunas de las características más comunes son:

Temor a las críticas, juicios y valoraciones de los demás.

Necesidad constante de mostrar sus logros y de recibir elogios y atención para sentirse válidos y capaces.

Suelen estar a la defensiva.

Baja autoestima.

Intentos de contagiar la duda y la inseguridad a los demás.

Uso frecuente de la falsa modestia.

Presencia de un gran sentimiento de desconfianza hacia sí mismos.

Tendencia al perfeccionismo y a la competitividad.

Las personas inseguras suelen actuar y pensar muy condicionadas por una guerra interior constante, una lucha entre su necesidad de destacar y demostrar a los demás que son válidos y un profundo sentimiento de invalidez e incapacidad.

De hecho, en los casos más graves este tipo de personas no son nadie si los demás no los valoran, es decir, se vuelven invisibles hacia sí mismos.

Truco Cuando te encuentres ante un dilema, deja de pensar como normalmente lo haces para solucionar problemas típicos, cuando todas las soluciones parezcan inútiles o dificultosas, no tomes ninguna y replantea tu problema, analízalo de forma diferente y piensa como harías para solucionarlo si fueras otra persona, si tuvieras más o menos edad, o si estuvieras en una situación diferente.

Una de las preguntas más comunes cuando tenemos que decidir sobre algo es

 “¿y si me equivoco?”.

Nos pasamos el día tomando decisiones casi sin darnos cuenta: desde qué comer hasta cómo vestirnos o qué hacer en nuestro tiempo libre, si es que lo tenemos.

Lo cierto es que no todas las decisiones son igual de relevantes.

Hay muchas en las que no se puede dar marcha atrás y que, además, dan un giro de 360º a nuestra vida; de ahí que el miedo a equivocarse sea el temor más frecuente ante el riesgo de tomar una decisión.

La necesidad de que otros aprueben todo lo que hacemos es en la mayoría de las ocasiones el principal problema, no pensamos por nosotros sino por los demás, por el miedo a no estar a la altura de las expectativas que esperan de nosotros.

NO PODEMOS COMPLACER A TODO EL MUNDO. Es imposible. Repito: No podemos complacer a todo el mundo con nuestros actos.

No sólo eso, sino que probablemente te encuentres con gente que te critique hagas lo que hagas, y no podrás caerle bien a todo el mundo (como no todo el mundo te cae bien a tí) ni puedes hacer las cosas a gusto de todos para evitar las críticas.

Se trata en este caso de: cómo decir que no. Cómo ser asertivo, y educadamente comunicar lo que queremos, teniendo en cuenta los sentimientos de los demás, pero manteniendo nuestra postura.

Miles de dudas que nos sumergen en una mezcla de inquietud, incertidumbre, angustia y responsabilidad y que en ocasiones nos pueden llegar a paralizar e inducir a vivir de forma pasiva.

Porque lo que convierte al miedo a equivocarse en una auténtica pesadilla no es tanto la situación en sí, sino cómo la percibimos cuando tenemos que decidir, es decir, cómo vemos y experimentamos aquello que nos está pasando.

Algo que, en realidad, depende de nuestras características personales y de las capacidades que hemos adquirido con el paso de los años.

Así, si nos sentimos incapaces y no válidos, será mucho más fácil que la ansiedad, la angustia y el estrés aparezcan en sus formas más intensas hasta llegar a paralizarnos.

Mientras que, por el contrario, si pensamos que esa decisión es difícil, pero que podemos llevarla a cabo puede que aparezca en sus formas más leves o no, lo que sí sucederá es que no dejaremos pasar tanto el tiempo entre dudas e interrogantes.

Ante una decisión importante es fundamental analizar cómo percibimos el hecho de tomar esa decisión y si nos vemos capaces.

Así, el miedo a equivocarse puede presentarse de tres maneras dependiendo de la percepción de la situación y la intención del mismo según el psicoterapeuta Giorgio Nardone, uno de los mayores expertos en ansiedad y pánico.

Son las siguientes:

Leve: la persona manifiesta una indecisión constante y ansiedad elevada antes de decidir y mientras aparecen los resultados de su decisión, por lo que buscará apoyo y tardará en tomar la decisión.

Medio: la indecisión es tal que afecta a la eficiencia personal y profesional, siendo los tiempos de actuación más prolongados y pudiendo llegar a la incapacidad de no decidir.

Además, es común que se deleguen responsabilidades en otras personas y la ansiedad sea constante.

Severo: se bloquea el proceso de toma de decisión y la persona intenta por todos los medios no decidir.

Es muy probable que se experimenten ataques de pánico y episodios de depresión, ya que la persona se percibe como incapaz de asumir tal responsabilidad, además de no válida.

Decidir implica arriesgar y por lo tanto la posibilidad de errar, entonces

¿por qué tanto miedo a confundirse?

Al fin y al cabo, es una consecuencia lógica.

Lo que ocurre es que cometer un error, además de no estar “bien visto” socialmente, también está asociado al fracaso.

Y el ser humano es un gran enemigo del fracaso, ya que una de las principales consecuencias emocionales derivadas de la equivocación es la insatisfacción personal.

No toleramos el error, aunque sea parte de nuestro aprendizaje y de nuestra evolución.

Es más, preferimos hacerlo todo a la primera, perfecto y sin objeciones, sin tener en cuenta que cada uno de nosotros ha llegado hasta aquí gracias a que se ha equivocado muchas veces y de que a raíz de esas experiencias ha aprendido varias lecciones.

René Descartes puso la duda en lo más encumbrado del pensamiento.

Planteó que dudar era una condición indispensable para llegar a la verdad. Puede que esto tenga mucha validez en el mundo de la investigación científica, pero en el plano personal, la duda se puede convertir en un enorme obstáculo para avanzar.

Si analizamos todas las decisiones que tomamos al día, descubriremos que la mayoría de ellas arrastran un importante componente de incertidumbre.

Así, lo habitual es que no tengamos la certeza total de que estamos haciendo lo correcto y que todo va a salir como lo esperamos.

Normalmente, somos capaces de manejar esa cuota de inseguridad. Pero a veces se nos sale de las manos. Dudamos tanto, que terminamos por dejar que sean las circunstancias y el propio paso del tiempo los que decidan por nosotros.

Bertrand Russell, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, ya afirmó hace algunas décadas que

“Uno de los dramas de nuestro tiempo reside en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente”.

Es curioso porque esta inseguridad teñida de un perfeccionismo extremo puede desembocar finalmente en lo que finalmente se teme: el fracaso.

Y sin embargo, personas más incompetentes, debido a que creen más en sí mismas y se muestran más confiadas, pueden acabar alcanzando logros.

La clave reside en conocerse bien, saber qué podemos dar y dónde se encuentran nuestras limitaciones.

A partir de ahí confiar en nosotros, sabiendo que muchas veces vamos a equivocarnos.

También es necesario que empieces a aceptar y a disfrutar de tus éxitos y logros, no que los minimices.

Si tú no te valoras por lo que haces, es difícil que los demás lo hagan.

Cada vez que recibas un elogio, agradécelo y haz que sirva de motivación y refuerzo para el futuro.

Deja de postergar.

Las personas que sufren este síndrome a menudo postergan sus tareas porque temen fallar si las comienzan a hacer.

El resultado es que nunca están satisfechos con su trabajo y esta insatisfacción se traduce en una desmotivación y en ocasiones incluso en ansiedad o depresión respecto a las tareas que han de emprender.

Como puedes ver, incluso las personas más exitosas a menudo se sienten incompetentes y albergan una gran inseguridad.

La clave no es conseguir nada, sino aceptarse sin condiciones.

Solo de esta forma podremos llegar hasta donde nos propongamos y, en caso de no hacerlo, comprender las razones por las que no lo hemos hecho.

¿O de verdad pensamos que existen personas que todo lo hacen a la perfección, que nunca se han confundido ni han cometido ningún error?

Lo que pasa es que no nos gusta admitirlo porque en nuestras mentes el error está directamente asociado con el fracaso y este con una forma negativa de valorarnos.

O sea, no hay nada más natural que errar. Lo importante es qué hacemos con ese error, para qué nos sirve y cómo lo gestionamos.

-John Powell-Dijo:

“El único error real es aquel del que no aprendemos nada”.

En primer lugar, tenemos que darnos cuenta que el resultado que no deseamos es a menudo la madre de todo éxito.

Cada vez que cometes un error y aprendes de él, te estás convirtiendo en un ser más sabio.

Ahora que ya sabemos que el miedo a equivocarnos es una cuestión que depende de cada uno de nosotros, que existen diferentes variantes del mismo y que cometer errores es más común de lo que pensábamos, la pregunta es…

¿cómo actuar?

El factor fundamental que determina que una persona sea capaz de asumir la responsabilidad de una decisión es la gestión del miedo, pues este puede condicionar el resto de factores.

O lo que es lo mismo: no dejar que el miedo a equivocarnos nos gane terreno y sea quien mande sobre nosotros.

“Una persona que nunca cometió un error nunca intentó nada nuevo”.

-Albert Einstein-

Y si no que se lo pregunten a Edison

Recordemos un dato real sobre la vida de Thomas Edison (inventor de la bombilla) quien antes de dar con el diseño indicado para una bombilla viable y funcional, creo 1000 prototipos, y en una encuesta al ser cuestionado dijo:

Yo no he fallado 1000 veces.. Yo he descubierto 999 formas de cómo no crear una bombilla, y solo necesitaba 1 de cómo crearla.

Claves para gestionar la inseguridad emocional

Es posible disminuir la duda constante hacia nosotros mismos y desterrar así esa inseguridad negativa que nos gobierna.

Lo importante es saber que el esfuerzo debe ser nuestro y que si estamos acostumbrados a subestimarnos, este proceso llevará su tiempo.

Creer en nosotros mismos es uno de los pilares más fuertes que podemos construir para evitar caernos y dejarnos invadir por el malestar, pero conlleva un trabajo diario y constante.

Para ello, tenemos que tener en cuenta una serie de aspectos:

Evitar las comparaciones.

Aceptar tanto nuestras debilidades como fortalezas.

No convertir las críticas en algo personal.

Sanar las heridas del pasado, esas que poco a poco hicieron crecer la semilla de la preocupación y la duda constante.

Desarrollar el sentido del humor.

No buscar la aprobación de los demás.

Valorar cada avance, cada éxito, cada paso.

Abandonar la creencia de tener que ser perfectos.

Cuidar nuestro diálogo interno.

Si deseas superar la inseguridad, ten en cuenta los siguientes consejos.

Piensa en positivo

Cambia el polo de tus pensamientos y oriéntalos hacia la positividad.

Poco a poco, descubrirás cómo ese enfoque nos permite vencer temores, vacíos, angustias… Sé crítico contigo mismo como lo eres con los demás, pero no consientas que eso te paralice.

Vence tus debilidades Piensa que es imposible alcanzar la perfección.

Trata de conocer tus debilidades y asúmelas, acéptalas, para después transformarlas y ponerlas a tu favor.

Piensa en tus fortalezas y desarrolla estrategias que te permitan gestar un cambio, un avance lleno de templanzas y seguridades.

No te compares con nadie, ya que es innecesario provocar celos e inseguridades.

Siéntete orgulloso de lo que eres… Tú eres tú, diferente y especial, por eso no necesitas tomar a nadie como referencia para sentirte inferior.

No reprimas tus sentimientos y expresa tus inseguridades de forma honesta, con las personas que se preocupa por ti.

Esas personas te pueden ayudar a sentirte un poco más seguro cada día, porque te conocen de verdad y saben hasta donde puedes llegar.

Relájate y diviértete. Aprende a desconectar para encontrarte. Envuélvete de ese equilibrio interno donde tomar medidas para deshacerte de tus miedos, para decirles que se vayan porque necesitas una cosa: ser feliz, sentirte una persona segura, válida para sí misma y satisfecha por todo lo que puede lograr y ya estás logrando.

Como decía el poeta y filósofo hindú Rabindranath Tagore:         “Tengo mi propia versión del optimismo.

Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente”.

“Te pase lo que te pase, no te preguntes ¿por qué?,

sino ¿para qué?

 ¡Esa actitud es confiar en la vida!

Es estar convencido de que todo es para bien.

Conocido el camino,

¿por qué no ponernos en marcha?

Valorarnos es uno de los regalos más bonitos que nos podemos hacer.

Confiar en nosotros y nuestra capacidad es un puente hacia el crecimiento personal.

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