Blog

LA PACIENCIA (PAZ Y CIENCIA)

LA PACIENCIA (PAZ Y CIENCIA)

La paciencia, la ciencia y el arte de saber esperar

La paciencia no es precisamente uno de los cultivos que más cuide esta sociedad.

Sin embargo, ser impacientes nos trae sufrimiento e insatisfacciones, ya que no nos permite disfrutar porque estamos siempre pensando en el futuro y, cuando este llega, rara vez es suficiente porque seguimos pensando en el siguiente futuro.

“El tiempo es oro”, es un lema que nos indica que no hay tiempo que perder.

Parece que hemos sido programados para hacer y hacer, sin permitirnos parar, porque perdemos tiempo, y quizás dinero.

Esto nos hace vivir a ritmo frenético, sobrepasando los límites de la salud.

Esta dinámica se está convirtiendo en algo que nos está destruyendo, ya que no podemos acelerar el ritmo de la vida y sus tiempos.

Aunque queramos ir más deprisa, todo tiene su ritmo y, por ello, viviremos frustrados y sufriendo por lo que aún no hemos conseguido, en vez de disfrutar de lo que ya hemos conseguido y de lo que sí está a nuestro alcance.

No sabemos esperar, nos han enseñado a correr, a vivir con estrés y con los plazos de fechas límites en nuestros talones.

Por eso, no tenemos tiempo para esperar a meditar una decisión, ni un resultado, queremos que todo sea rápido, aunque eso signifique perder una gran oportunidad para nuestra vida o equivocarnos.

“Lo quiero Ya”, la antítesis de la paciencia

Hemos convertido nuestra sociedad en el mundo del “Ya”.

No podemos esperar a mañana, ni a llegar a casa, ni a ver a una persona…

Todo nos va indicando que tenemos que resolverlo ahora y acabamos haciendo cosas “Ya”, de forma poco premeditada, como una manera de liberarnos de la ansiedad.

Hablamos o enviamos mensajes cuando caminamos, conducimos o incluso cuando estamos tomando un café con alguien porque no nos han enseñado a esperar y la tecnología nos facilita que sea “Ya”.

En todo momento estamos comunicados, localizados, sin tiempos en los que simplemente estamos para el mundo y no para nosotros.

Creemos que podemos adelantarnos al mañana y lo que ocurre es que perdemos el presente.

El sentido de la vida se escribe con calma y paciencia

El sentido de la vida no siempre se experimenta estando enamorado ni a través de una pasión… que tal como viene, en ocasiones se va.

Es a través de un corazón en calma y un interior tranquilo desde donde se aprecian mucho mejor los tesoros que nos envuelven, así como esas fortalezas dormidas de las que todo disponemos y que aún no hemos logrado desarrollar o incluso apreciar.

Ser paciente, dejar fluir

Dejar que las cosas fluyan, no significa, “sentarse a ver pasar la vida”.

Fluir con la vida significa que hacemos elecciones y con ellas renuncias, nos marcamos un rumbo como el que marca en el mapa una dirección para caminar.

Y vamos caminando al ritmo saludable que necesitamos, es decir, desde la calma y la paciencia, sin pretender llegar en tan solo un día.

Se trata de no quedamos parados, sino caminar a un paso pausado.

Ser paciente es saber esperar a que lleguen las oportunidades.

También es saber aprovecharlas desde el momento presente en el que ocurren, ni antes ni después.

Ser paciente es observar la vida y aprender de ella, al ritmo que nos marcan los ritmos naturales.

Podemos vivir desde la paciencia, sabiendo esperar a que las cosas ocurran de forma natural, sin forzarlas, sin presiones, y en muchas ocasiones sin buscarlas.

Cada día va a amanecer, para ello no tenemos nada que hacer, salvo disfrutar de ese momento y, mientras esperamos que ocurra, disfrutaremos del resto de cosas que ya encargamos y de las que nos hemos olvidado rápido en post del siguiente deseo.

Para cultivar la paciencia, es necesario bajar el ritmo, centrarnos en el presente y vivirlo conscientemente.

Manteniendo la seguridad y tranquilidad de que habrá un futuro, siempre que lo acompañemos de buenas prácticas saludables y buenas actitudes.

La paciencia nos permite vivir la vida desde la actividad paciente.

Nos ponemos en marcha, seguimos avanzando y acompañamos la vida, ajustándonos al momento y al ritmo de la misma.

Se trata de no pretender que sea de otra manera, sino de saber esperar y mantener la calma, para que las cosas ocurran cuando tengan que ocurrir.

Razones y caminos para desarrollar la paciencia

Algunos no se proponen el objetivo de desarrollar la paciencia porque piensan que esta es una virtud muy pasiva y que, de una u otra manera, es señal de debilidad.

Se equivocan.

La paciencia exige gran fortaleza emocional y mental, y suele dar sabrosos frutos a quien la práctica.

La impaciencia nos ha llevado a ser personas fundamentalmente ansiosas.

Nos cuesta darle tiempo al tiempo y concretar procesos de mediano y largo plazo.

Perdemos mucho tiempo en actividades inmediatistas, todo porque nos dan gratificaciones rápidas.

Por lo mismo, desarrollar la paciencia se está convirtiendo en un objetivo capital.

Todos tenemos una especie de reloj subjetivo que desde hace algunas décadas funciona más rápido.

Son muchas las personas que desean ver resultados rápidos en todo lo que hacen; de lo contrario, sienten que están perdiendo el tiempo.

A la larga, esto conduce a una vida poco significativa, en la que hay desazón continua e inconformidad.

La mayoría de las cosas que valen la pena requieren de tiempo.

El desarrollo y el éxito profesional no se consiguen de la noche a la mañana.

Una pareja no encaja en unos pocos meses.

Los grandes conflictos no se resuelven en un par de días.

En este sentido, es importante desarrollar la paciencia para entender que lo esencial no está en el desenlace, sino en la trama.

-Immanuel Kant- dijo:

“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”.

La forma de vida que predomina en la actualidad hace de la rapidez y del facilismo un sello de marca.

Poco a poco nos hemos ido acostumbrando a desear que todo se produzca en el menor tiempo posible y que no implique dificultades. Esto nos ha llevado a una infantilización de nuestras emociones, caracterizada por la baja tolerancia a la frustración.

La palabra paciencia viene del latín patiens, que significa ‘padecer’.

Esto quiere decir que ser paciente implica, de un modo u otro, un sufrimiento. Es el sufrimiento de la espera.

Pero; Si hay paciencia, la espera no desespera. Ser paciente es el arte de aguardar, activamente, con esperanza.

Se debe tener una gran templanza interior para esto.

Esperar, con la confianza de que algo sucederá o se producirá finalmente, es un ejercicio intelectual y emocional complejo.

Para hacerlo posible, necesitamos convicción, claridad y, cómo no, tolerancia a la frustración.

En principio, todos preferimos el camino fácil y rápido.

Sin embargo, si lo siguiéramos sin desvíos, únicamente lograríamos construir logros pasajeros.

¿Por qué es tan difícil tener paciencia?

Desarrollar la paciencia es un camino largo y relativamente difícil. Los seres humanos no nacemos siendo pacientes, sino todo lo contrario.

Un bebé reacciona de inmediato a la falta de comida o a cualquier incomodidad. Llora y quiere que su necesidad sea atendida cuanto antes.

Su cerebro en formación no le permite tener una noción de la espera esperanzada.

Parte de la crianza y del crecimiento individual consiste precisamente en aprender a aplazar la satisfacción de nuestras necesidades. Más adelante, el aplazamiento de resultados.

En la crianza tradicional se hacía mucho hincapié en esto, pero las cosas han cambiado.

Actualmente ha surgido la idea de que vivir sin necesidad o carencia es lo ideal.

Algunos niños y adultos se han tornado obsesivamente caprichosos.

Primero son los padres los que están ahí para evitar la carencia en sus hijos, aplicando un criterio equivocado.

Después, la misma sociedad ha ido consolidando la idea de que “vivir bien” es manejar el mundo con un click o con un control remoto.

Así, no esperar se ha vuelto lo esperable.

Los caminos de la paciencia

Nos evitaríamos muchos fármacos para la ansiedad si aprendiéramos a desarrollar la paciencia.

Se nos ha instalado en el corazón un sentimiento de urgencia que a veces resulta difícil de tramitar.

No soportamos estar en condición de necesidad o carencia. Queremos resolverlo todo rápidamente para erradicar el sentimiento de insatisfacción.

Si actuamos así, generalmente logramos exactamente lo contrario.

Para desarrollar la paciencia, lo primero es observarnos y definir si somos o no impacientes.

Así mismo, identificar cuáles son esas necesidades, carencias u objetivos que nos sumen en el desasosiego.

Qué factores activan la sensación de urgencia que nos comprime.

También preguntarnos por los beneficios de una espera activa para lograr lo que deseamos.

Es imposible desarrollar la paciencia si vemos el futuro desde una perspectiva negativa o catastrófica.

Para ser pacientes necesitamos confiar en lo que somos capaces de hacer.

También tener confianza en la eficacia de la espera.

Estas capacidades mejoran cuando se entrenan de manera constante: son la primera barrera para vencer para conseguir cierta estabilidad en medio de continuos cambios.

¿Quieres empezar a cultivar tu paciencia y disfrutar del camino?

Te propongo 12 pautas que te ayudarán a cultivar la paciencia:

Practica la atención plena o Mindfulness.

Meditar y respirar de forma consciente te ayudará a mantenerte en el momento presente observando tu respiración, tus sensaciones, tus emociones, tus pensamientos y tu diálogo interno, sin ningún tipo de juicio “bueno o malo”, simplemente observando lo que ocurre momento a momento.

Dedica tiempo a tu autoconocimiento, a saber cuáles son tus patrones de pensamiento ante distintas situaciones, cómo reaccionas, cómo te sientes, cómo te relacionas con los demás, etc.

Suelta los prejuicios: Las creencias y juicios que tienes sobre las cosas, los demás y sobre ti mismo, no te ayudarán a conseguir lo que te propones.

Cambia tus modelos mentales por otros más potenciadores y eficaces.

Identifica las situaciones que te generan más impaciencia. Haz una lista de personas o situaciones que hacen que te impacientes, que actúes de forma impulsiva y reactiva, sin pensar.

Tener conciencia de ello te ayudará a establecer otras alternativas más saludables para ti.

Identifica tus objetivos y prioridades: Deja de hacer cosas que no te aportan valor y centrate en tus prioridades. Si sabes exactamente lo que quieres, establece un plan de acción que te lleve a conseguirlo paso a paso.

Analiza el “para qué” de tu prisa. ¿Para qué quieres tenerlo todo Ya?, ¿Qué te va a aportar el tener eso que deseas?, ¿Te sentirás más segur@, más reconocid@ y aceptad@ por los demás, tendrás más éxito…?

Normalmente deseamos las cosas para sentirnos de una determinada forma con respecto a nosotros mismos o a los demás. Seguramente estas buscando afuera algo que está dentro de ti.

Aprende a confiar en ti y en la vida: Tienes más recursos y capacidades de las que crees.

Elegir una actitud de “confianza “ es una buena opción para seguir avanzando en tus proyectos centrándote en cada paso sin expectativas sobre el resultado final.

Suelta el Control. No puedes tenerlo todo controlado. Hay muchas cosas que no dependen de ti.

¿Qué es lo peor que podría pasar si no obtienes lo que deseas en este momento?, pues seguramente nada que sea irremediable. La vida es una sorpresa continua.

Hazte amigo de la incertidumbre y céntrate en lo que depende solamente de ti.

Acepta “Lo que es” y deja de autoexigirte: No pretendas que todo sea perfecto, no existe la perfección ni nadie es perfecto.

La autoexigencia solo demuestra tu falta de autoestima y confianza en ti.

Aprende a aceptarte y aceptar las cosas tal como son. Te evitarás mucho sufrimiento.

Aprende de tus errores. Cuando algo no salga como quieres, mira el aprendizaje que puedes hacer de eso y vuelve a intentarlo de otro modo más eficaz.

Haz una lista de cosas que tienes que “dejar de hacer” y plantéate nuevas acciones.

Toma decisiones con calma. No te precipites y tomes decisiones apresuradas bajo presión, o en estados emocionales descontrolados. Espera a estar más calmado y piensa en todas las opciones posibles. El resultado será más positivo.

Por un día, Elige la Paciencia como actitud. Tienes la capacidad de elegir la actitud que quieres tener cada día.

Ya sé que las circunstancias influyen y te hacen desesperar, pero si al menos por un día eliges estar consciente y presente, teniendo como objetivo la Paciencia, irás entrenando y adquiriendo poco a poco esa cualidad tan útil para tu Inteligencia emocional.

Cómo practicar Mindfulness en el día a día

Existe una gran variedad de situaciones en las que podemos ponernos a practicar Mindfulness, dado que no existe una sola forma básica de hacerlo, sino que se han desarrollado varias versiones alternativas de esta práctica.

1. Busca un espacio tranquilo

Buena parte de la práctica del Mindfulness, especialmente durante las primeras fases en las cuales aún no dominamos bien esta herramienta, se fundamenta en saber elegir los entornos que hagan más fácil llevar a cabo el procedimiento.

Así pues, elige un lugar lejos de estímulos que te puedan distraer. Especialmente, sin ruidos.

Si además está en un entorno en el que hay mucha vegetación y naturaleza, eso te ayudará, ya que un lugar así difícilmente nos recordará a aquellos elementos de la vida diaria que nos puedan recordar obligaciones, responsabilidades y, en general, que nos puedan generar estrés.

2. Siéntate con la espalda recta

Algunas personas siempre practican Mindfulness sentadas en la posición del loto, a la manera de los monjes budistas, pero esto no es obligatorio.

De todas formas, es recomendable sentarse de un modo que favorezca que la espalda quede recta, ya que de este modo no nos molestarán tensiones musculares innecesarias.

3. Realiza respiración controlada

Los ejercicios de respiración pueden ser una buena ayuda para empezar a practicar Mindfulness,

Su función es doble. Por un lado, las respiraciones hondas y pausadas ayudan a oxigenar el cuerpo y a relajarse.

Por el otro, permite empezar a focalizar la atención en algo concreto de una manera sostenida, algo que será muy útil.

4. Céntrate en lo que pasa en tu cuerpo

En primer lugar, cierra los ojos. En esta fase lo único que hay que hacer es enfocar la atención a aquellos pequeños hechos que podemos notar que ocurren en nuestro cuerpo, uno detrás de otro y dedicando a cada uno de ellos, aproximadamente, medio minuto.

Por ejemplo, dirige la atención a unas palpitaciones que sientas en el cuello, o al modo en el que los ojos se mueven dentro de las cuencas sin que esos movimientos sean voluntarios, etc.                        Haz esto con unos seis elementos que notes.

De esta manera estaremos gestionando el foco atencional dirigiéndolo a estímulos simples, sin que nada más reclame nuestra atención por muy importante o urgente que nos pudiese parecer hace una hora.

5. Amplía el foco

En esta fase, pasa de dirigir tu foco de atención de los estímulos corporales a las experiencias vitales de un carácter más abstracto. Piensa en ellas tal y como lo haría una persona no implicada en esos asuntos.

No juzgues, no valores, solo piensa en ello describiendo, aceptando que forma parte de una realidad.

Dedica a cada hecho o experiencia el tiempo que le corresponde, según el grado de importancia que le has llegado a dar en ocasiones anteriores, según cuánto te ha llegado a obsesionar, preocupar, etc.

Esta es la parte fundamental del Mindfulness, dado que nos ayuda a afrontar vivencias con repercusiones amplias en nuestras vidas.

6. Vuelve a la respiración controlada

En esta fase se marca un final para el ejercicio de Mindfulness, de un modo ritualizado,

Pon en práctica estas pautas y sé “paciente”, sentirás como poco a poco tu vida fluye de otra manera, más pausada, más consciente, más coherente contigo.

Los resultados empezarán a llegar justo cuando estés preparado, cuando adoptes el paso de la naturaleza y te sientas LIBRE.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *