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¿Por qué nos preocupamos?

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¿Por qué nos preocupamos?

Las preocupaciones forman parte de la vida de toda persona. Preocuparnos es un mecanismo que nos ha ayudado a desarrollarnos como especie y sin el cual nuestra vida sería bien distinta.

Si no nos preocupáramos toda nuestra sociedad, nuestras relaciones, nuestra manera de hacer las cosas, en definitiva, nuestra vida sería muy diferente, no podríamos enfrentar las dificultades que se presentan a lo largo de nuestra vida.

Porque preocuparse forma parte del proceso de resolución de problemas.

Ahora bien, en muchas ocasiones estas preocupaciones no son operativas, es decir, no nos ayudan a resolver problemas, sino que ellas mismas se convierten en un problema.

Cuando preocuparse se convierte en un problema

Desde el punto de vista psicológico podemos definir el estado de preocupación como un estado de ánimo orientado hacia el futuro en el que se está dispuesto o preparado para intentar afrontar los acontecimientos negativos venideros.

Esto genera un estado emocional negativo, alta activación fisiológica y sensación de incontrolabilidad.

En el estado de preocupación la atención se centra en los estímulos que podemos interpretar como amenazas.

Las personas nos preocupamos, porque nos han inculcado desde muy pequeños que esto es positivo.

Si no lo hacemos, parecemos unos “dejados, irresponsables o pasotas” y nadie quiere ser juzgado así,                                                              por lo que cogemos la preocupación como una aliada de que “somos buenas personas y que además somos responsables“.

¿Cómo afecta la preocupación al cerebro?

El modo en que afecta la preocupación al cerebro puede resumirse, en una palabra: tóxica.

Así, y aunque esta realidad psicológica no sea más que una emoción natural cuando percibimos una amenaza, en realidad, muchas de nuestras preocupaciones son infundadas y hasta obsesivas, llevándonos a estados de gran agotamiento en los que perdemos la energía, el ánimo y todo atisbo de motivación.

Algo que sabemos bien desde un punto de vista psicológico es que los efectos de preocuparse demasiado pueden ser incluso más peligrosos que aquello que realmente nos preocupa.

Parece un juego de palabras, pero en realidad va más allá.

Cuando derivamos en esos estados en los que el estrés intensifica y distorsiona hasta el más mínimo detalle, todo acaba fuera de control, tomamos las peores decisiones y el malestar emocional se intensifica.

En muchas ocasiones la preocupación nos engaña

A veces nos puede parecer que la preocupación es beneficiosa, pero solo se trata de un engaño.

Nos han vendido que preocuparse es de personas responsables y que gracias a ella podemos resolver más eficientemente los problemas.

En realidad, esto no es cierto, ya que lo único que puede resolver nuestros problemas es, nuevamente, el control que tengamos sobre nuestros pensamientos, que podemos emplear para ocuparnos de ellos.

Si son resolubles no ayudarán a encontrar una solución y si no lo son, tendremos que integrarlos y a adaptarlos.

Preocuparse de manera anticipada sobre lo que nos puede ocurrir, no solo no previene que finalmente ocurra,

si no que nos ancla en el problema y como resultado, tener la mente en el futuro sin disfrutar del aquí y ahora.

Las personas preocupadas constantemente piensan lo siguiente:

Preocuparse resuelve los problemas.

La realidad, como analizaremos, es que entorpece enormemente la generación de soluciones eficaces al instalarnos en la rumia y no salir de ahí hasta que estamos realmente agotados.

Preocuparse ayuda a descubrir medios de evitar lo que se teme.

Pero la realidad es que más que evitar lo que se teme, esto último no ocurre porque es realmente improbable, no porque te hayas preocupado.

Preocuparse motiva para llevar a cabo lo que se debe hacer.

No es cierto, la preocupación nos desgasta y no nos deja fuerzas para la ocupación, que es la que realmente se implica en la solución.

Preocuparse prepara para lo peor.

Lo “peor” quizás no ocurra nunca y si ocurre, la preocupación no te habrá preparado para ello. Sin embargo, habrás malgastado largos periodos de tiempo rumiando sobre el problema que aún no existe.

Preocuparse evita por sí mismo que ocurran cosas negativas. La preocupación es un estado mental que no puede, por definición, controlar la realidad. Esto viene a denominarse “pensamiento mágico”.

Preocuparse ayuda a no pensar.

Puede que ayude a no pensar sobre otras cuestiones, ya que no podemos pensar sobre varias cosas a la vez, pero, al preocuparte, sigues pensando sobre algo de forma disfuncional.

Preocuparse es un rasgo positivo de la personalidad.

Los preocupados piensan sobre ellos mismos que son responsables, bien intencionados o bondadosos.

Si no se preocuparan, les invadiría el sentimiento de culpa y entonces cambiarían una emoción por otro.

Puestos a cambiar, se quedan con la preocupación.

Pero ni una ni otra emoción nos ayuda a resolver nada: la preocupación no previene el futuro negativo que tenemos en mente y la culpa no resuelve los problemas del pasado.

El tratamiento psicológico, va encaminado, de forma cognitiva a darnos cuenta de que la preocupación no tiene la función que creemos.

Por otro lado, la parte conductual tiene el objetivo de: dejar un espacio y tiempo límite a la preocupación, dejarlas estar sin darles valor alguno o emprender acciones distractoras.

No sé si vosotros, pero yo he perdido cantidad de tiempo preocupándome de muchas cosas.

 Me he preocupado por mis hijos, por mi vida sentimental, por quedar bien con los demás, de comportarme responsablemente  en mi trabajo y me he preocupado por sucesos que no sucedieron NUNCA  

Y mientras me preocupaba, me perdía el presente, el único tiempo que es real y eso sí que es una pérdida de tiempo.

Eso sí , no me preocupaba de mí y de lo que realmente me interesaba a mi

Me preocupaba por triunfar, pero realmente no era por mí,  sino por demostrar algo …..a los que esperaban lo mejor de mí.

Ya sea mi padre mi madre, mis abuelos , mi familia en general y amigos.

Sin vivir mi presente, postergando para el futuro lo que realmente me gustaría haber hecho en mi presente,

Mi proceso de cambio fue un infartito , cuando te debates entre esta vida y la otra me hizo reflexionar y ocuparme de esas preocupaciones y empezar a buscar soluciones,  algunas dolorosas para mí, pero necesarias para solucionar algunos problemas.

Sin embargo, aun así, seguía pensando en mi familia, en mi trabajo, los amigos o conocidos todo mi tiempo seguía dedicado, tuvo que suceder un hecho traumático como una perdida familiar, para encontrar en mi soledad el tiempo que había necesitado siempre y que nunca había encontrado.

Tras un tiempo de depresión, encontré ese tiempo para estudiar psicología que siempre había querido terminar de estudiar, ahora pienso y reafirmo que la psicología no se termina nunca de aprender porque aprendes cada día con la experiencia de la vida. 

Ahora he conseguido esa meta aunque reconozco que sigo preocupándome, pero me ocupo de esas preocupaciones.

Qué pasa si te preocupas y no actúas: Estas paralizado. Solo esperas. Te sientes víctima.

Duermes menos. Le das más vueltas a las cosas. Te pierdes parte del presente.

Qué pasa si te ocupas y actúas: Descansas más.

Mi truco es apuntar la noche antes de dormir esa preocupación descargando mi mente en un papel sabiendo que está en buenas manos y mañana por la mañana empezaré a ocuparme, Lo mejor es que muchas preocupaciones se disipan.

Sabes que estás haciendo lo que está en tu mano.

Pensamiento positivo, Oportunidad aprendizaje. Reto.

Y vives el tiempo presente.

Piensa en todas las veces en las que te has preocupado por algún hecho concreto de tu vida. ¿Por preocuparte lograste que lo que te preocupaba dejara de hacerlo? ¿Realmente la preocupación te lleva a controlar a la vida, a los demás o incluso a ti mismo?

Si miramos el lenguaje con exactitud, podemos comprobar como el prefijo “pre” significa “antes de”.

Al afirmar que estamos “pre–ocupados” por alguna situación de nuestra vida, realmente lo que estamos haciendo es extrayendo el futuro al presente de forma negativa, ya que estamos temiendo esa situación y la estamos calificando a través del miedo.

Cuando decimos que estamos “pre–ocupados” por algo estamos sufriendo, y el indicativo de nuestro sufrimiento son nuestros sentimientos, no estamos felices cuando nos “pre–ocupamos” por algo de nuestra vida,

más bien nos impregnamos de sentimientos de inseguridad, angustia, duda, en definitiva, de miedo, y el miedo es el lado opuesto de la fe.

Si igualmente miramos con exactitud el lenguaje, la “fe” es “certeza de lo que va a ocurrir”,

nadie tiene “fe” de que le pasen cosas que puedan ser negativas en su vida,

al igual que nadie tiene miedo a que le pasen situaciones que le puedan hacer feliz en su vida, nadie le teme a eso.

“Pre–ocuparse” por las cosas es perjudicial para nosotros, ya que nos enfocamos en lo que no queremos que suceda, le prestamos atención a eso que nos da miedo, y como el Maestro Saint Germain ha repetido incesantemente,

“Allí donde está tu atención, allí estás tu.                                                           Donde está tu atención, en eso te conviertes”.

Si hay alguna situación de nuestra vida que queramos cambiar tenemos que “ocuparnos” de ella

Lo primero que podemos hacer es quitarle poder a esa situación que tememos, diciendo con fe: le quito poder a esta apariencia de miedo, borro este arquetipo mental de mi vida.

Aceptar que siempre puede haber imprevistos, permitirnos pensar, sentir y hacer, ser amables con nosotros mismos y recordar que somos útiles son algunas pautas que pueden ayudarnos a gestionar la preocupación.

Despreocuparse: la preocupación no se suprime, se aprende a gestionar

El momento que dejas de preocuparte por lo que va a pasar, comienzas a disfrutar de lo que está pasando

El ritmo de vida actual en la cultura occidental nos lleva a vivir con un apego excesivo a lo que ocurre. La palabra “urgencia” ha cambiado con los años, no correspondiendo lo que pasa con la reacción exagerada (debido a la interpretación) de lo que está ocurriendo.

Si nos fijamos bien, la preocupación, al igual que el miedo, nace del pensamiento. Según David Bohm, algunas de las lenguas inuit-yupik de los esquimales, interpretan la palabra “pensamiento” como ‘afuera”.

Esto hace que vean al pensamiento como lo que es: algo que se puede observar, que no es uno mismo; con lo cual se puede gestionar mejor.

En Occidente, lo interpretamos totalmente al contrario y de ahí vienen las preocupaciones innecesarias y excesivas.

Pautas para gestionar las preocupaciones

Muchas veces creemos que, al momento de tener pensamientos que causan preocupación, lo correcto es intentar suprimirlos. Sin embargo, lo cierto es que esto solo consigue generar mayor malestar.

Veamos a continuación algunas pautas que nos pueden ayudar a gestionar nuestras preocupaciones.

No suprimas la preocupación. Si no hay preocupaciones, seguramente no piensas, no estás vivo.

Date cuenta. El exceso de preocupación viene del pensamiento.

Fluye. El pensamiento solo es pensamiento. Céntrate en lo que haces.

Atiende. Las cosas son como son. En otoño caen hojas, en primavera brotan las flores el ruiseñor trina.

Suelta. No te mientas, deja de fingir y suelta eso… sí, eso que tu sabes…

Expresa. Elige las palabras, haz que el día sea interesante pese a…

Ego. El “mí” es pasado, el muro que te impide vivir ahora. Pasa de tanto “mí”.

Armoníza. Promueve la alegría aceptando la tristeza, la vida aceptando la muerte…

Elige. Nadie elige por ti, no te escudes en otros ni pongas excusas.

Acepta. Vive con ello, pero que “ello” no te impida vivir.

Ama. ¿Tienes miedo a amar? El amor se lleva al ego. Ese es el miedo.

Muévete . Tienes cuerpo: muévelo. Tienes mente: aprende, siempre aprende.

Ayuda. No rechaces el contacto, la vida es relación. Eres útil.

Crea. Sal del molde y usa tu imaginación. Jamás te compares.

Libérate. Sal de ti. ¿Cómo? No te aferres a nada. No pertenezcas a nada.

Comunícate. No te lo guardes y comparte. El beneficio común es el objetivo.

Silencio. Acepta el ruido y vendrá el silencio, solo así no le darás importancia.

Naturaleza. Es lo que eres. No te maltrates a ti mismo; siembra.

Consciencia. No te pienses, siéntete. Eres todo, eres la vida. Solo existe “ahora”.

Tenemos tres clases de problemas generales

Los que existen y tienen solución. Ocúpate y no te instales en la queja.

Los que existen y no tienen solución. Abandona los “debería…” y “si fuera…”.

Los que no existen, que son la mayoría. Aquellos que están solo en la mente.

El pensamiento tiene un poder enorme que te puede predisponer a actuar en consecuencia si no descubres que solo es pensamiento, nada más.

Allá donde diriges la atención cobra importancia la imagen u objeto atendido.

Los filósofos indios hablan de “maya” como la ilusión, una red de humo o la irrealidad. Proviene del sánscrito ma-aiá (no-es)

Todo está sujeto al cambio, no hay nada seguro y el cerebro, que necesita seguridad, inventa la realidad.

¿Acaso tu forma de pensar no es el resultado del programa que desde niño van introduciendo en tu cerebro? ¿No es menos cierto que todo cambia excepto el propio cambio?

Para romper la “red” y dejar de preocuparse, para comprender maya, hay que observar la ilusión (el programa o condicionamiento) y permanecer atento a aquello que es inventado, más allá de símbolos… Atrévete a cuestionar y serás libre.

Tenemos que aceptar que la seguridad no existe y aceptar los imprevistos como el precio a pagar por una vida emocionante y plena.

La palabra entusiasmo procede de en-theós (‘llevar un Dios dentro de uno mismo”).

Pase lo que pase, siempre eres tú sin identificaciones, sin interpretaciones ni pertenencias…

Si lo que llamas felicidad depende de varias cosas externas, al final esas cosas se convierten en más importantes que la propia felicidad, en algo preocupante.

Según las investigaciones de Wenzlaff y Wegner (2000) parece que los intentos de suprimir pensamientos preocupantes producen un efecto rebote, generando así más preocupación.

Así pues, no dar tanta importancia a los pensamientos incómodos es más efectivo que intentar suprimirlos.

Cuando somos capaces de controlar nuestras preocupaciones nuestro nivel de ansiedad se rebaja considerablemente,                        pudiendo invertir nuestras fuerzas y recursos personales en actividades placenteras que mejoran nuestro estado de ánimo, permitiéndonos disfrutar más de las experiencias que vivimos y ser más felices.

Como dice un –Proverbio chino–

“No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de tus velas”.

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