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Mitos sobre las parejas

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Mitos sobre las parejas

CONFLICTOS DE PAREJA

Hoy quisiera reflexionar con vosotros acerca de los conflictos que se generan dentro de una relación de pareja y que nos pueden crear tanta tristeza, aflicción, impotencia y amargura.

En esta primera parte hablaré de los mitos y problemas y en una segunda parte de las posibles soluciones…

Sin más dilación empezaré por comentaros que estamos asistiendo a un hecho insólito y cada vez más usual: matrimonios y parejas que ya no duran como antes.

Esto tiene una explicación sencilla: presiones sociales que antiguamente mantenían unidas a la pareja, el estigma social en caso de separación, la educación basada en el que dirán, la dependencia económica… han ido poco a poco desapareciendo.

Estas situaciones calamitosas de antaño se están desintegrando y ahora las premisas para que una relación funcione han cambiado.

Se han escrito un montón de libros sobre las parejas: lo que funciona y lo que no, cómo hacer para que tu pareja cambie, por qué se sufre por amor, cómo conseguir una relación sana y duradera, etc.etc.

Mucho se ha escrito y teorizado sobre el tema. Lo malo es que se ha teorizado mucho e investigado menos, aunque también es cierto que hay muy buenos autores. ( Walter Riso) (Jorge Bucay)

De ahí que algunas teorías que parece que tienen sentido resultan ser inútiles e incluso perjudiciales a la hora de ayudar a una pareja a mejorar su relación.

En este programa vamos a intentar contar los 3 mitos más relevantes, aunque hay muchos más y Las 3 causas principales de discusiones dentro de una pareja

Empezamos por los MITOS más relevantes.

Los contratos quid pro quo (cuid pro cuo)  funcionan.

Me refiero a los pactos del estilo: “si tú haces esto, yo hago lo otro”. Son contratos en los que la conducta de uno depende de lo que haga el otro.

Pueden ser explícitos, trabajados en terapia, o implícitos.                   Es igual, de ninguna de las maneras son útiles.

¿Por qué no funcionan?

Porque provocan que las personas comencemos a tener una nota mental de la lista de lo que nosotros sí hacemos y de lo que no hace el otro.

De esta lista al rencor hay un paso muy cortito.

Lo que acaba ocurriendo con este tipo de contratos es que funcionan de manera inversa.

Cada vez harán menos cosas positivas porque están esperando a que la otra parte dé el primer paso: “hasta que él no cambie yo tampoco lo voy a hacer.”

Esta es una frase que utilizan las personas que están metidas en una dinámica de contratos quid pro quo (cuid pro cuo) viciado.

Por eso no me gusta utilizar  este tipo de estrategia en consulta (ni en terapia de pareja ni tampoco en terapia con adolescentes).

Entiendo que los cambios que quiera realizar cada uno tienen que ser con la idea de mejorar la relación y no la de cambiar la conducta del otro.

Vidas paralelas.

El tener una vida paralela suele ser la solución a la que llegó la pareja para no discutir: mejor no hablar; de no hablar pasamos a estar cada uno por su lado en un momento.

Hoy en día los móviles facilitan este aislamiento, pero en absoluto son los causantes de nada. La responsabilidad es nuestra.

De hecho, a veces utilizamos el móvil en consulta para comenzar los acercamientos, por lo que esto, no va de lo malas que son las tecnologías para las relaciones de pareja.

En una relación hay quien está equivocado y quien está en lo cierto.

Hay personas que acuden a una terapia de pareja con la idea de encontrar a una persona que les dé la razón o que dicte sentencia.

Tienen la idea de que la solución a sus problemas de pareja pasa porque la otra persona cambie y vea las cosas desde su punto de vista exclusivamente. Y como dijo Marcel Proust

“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”

Sabemos que no hay una verdad única y que en una pareja hay dos historias igualmente válidas.                                                                        Diría que hay tres versiones la de el, la de ella  y la verdad

También sabemos que para que la situación mejore ambos tienen que poner de su parte. Ojo, la parte de cada uno no tiene por qué ser igual, a veces uno de los dos tiene que poner más que el otro, o empezar antes o cambiar más deprisa. Esto no quiere decir que sea más culpable, sino que simplemente tiene más fuerzas para tirar de la relación que la otra persona.

*Siempre me refiero a parejas donde no hay violencia de género. Cuando hay violencia de género no es posible realizar una terapia de pareja.

Las infidelidades es lo que más daña una relación.

Falso, ni siquiera son la principal causa de divorcio, que suele ser el distanciamiento emocional.

En realidad, las personas que acuden a terapia debido a una infidelidad son la minoría. La mayor parte de las parejas que atiendo acuden por dos motivos:

Demasiadas discusiones (o pocas pero muy fuertes)

Todas las parejas discuten por lo que la discusión en sí misma no es un motivo de consulta.

Sin embargo, cuando las discusiones se repiten una y otra vez sin lograr solución algo, si el resentimiento aumenta en cada discusión o si se comienza a discutir “por tonterías”, entonces ya estamos ante el motivo más frecuente por el que las parejas acuden a terapia 

Las 3 causas principales de discusiones dentro de una pareja son: Discusiones relacionales, Discusiones ideológicas, Discusiones logísticas

Discusiones logísticas

Este tipo de discusiones son las que evidencian problemas del día a día, sobre todo de carácter logístico: quién pone las lavadoras, quién hace la compra, quién organiza los turnos de limpieza, quién baña a los niños, etc.

Son discusiones que se mueven en un plano superficial porque, una vez llegado a un acuerdo, se solucionó el problema. Son discusiones más propias de parejas jóvenes, que llevan poco tiempo de convivencia y aún están en el período de adaptación.

Si alguna pareja que discute sobre estos temas llega a acudir a terapia, la solución pasaría porque se sienten a hablar desde la tranquilidad y, en vez de centrarse en la queja, empezar a pensar en soluciones:

“a ninguno de los dos nos gusta limpiar ¿qué podemos hacer para mantener la casa con el menor esfuerzo por nuestra parte?” en vez de “siempre me toca limpiar a mí, no es justo”

Sería un ejemplo de discutir de manera productiva este tipo de problemas.

Discusiones ideológicas

Se trata de las discusiones acerca de la manera de llevar la vida, desde la educación de los hijos hasta la nutrición, la religión o la política.

Este tipo, al contrario que el anterior, se mueven a un nivel un poco más profundo de la relación. Ya no se trata de quién hace qué sino del cómo se hacen las cosas. En este tipo de discusiones puede haber diferencias irreconciliables.

Por ejemplo, puede ser el caso de una persona católica y otra atea que se discute por el tipo de educación que se va a dar a los hijos. O el de una persona vegetariana que convive con una que no lo es.

Aquí la cuestión que habría que plantear sería si podemos convivir con esta diferencia en pareja o si por el contrario es una línea roja que no podemos cruzar.

Si la pareja decide seguir adelante, habría que buscar la forma de ir solventando el problema, pero sabiendo que nunca se va a poder solucionar del todo (a no ser que uno de los dos acabe cediendo del todo y se convierta en vegetariano, por ejemplo).

Lo que es dañino en estos casos es volver una y otra vez sobre lo mismo, algo así como: “no me gusta nada este aspecto de ti así que a ver si a fuerza de protestar, cambias”. No, esa no es la actitud.

Reduciendo mucho el asunto sería un:

“o lo tomas o lo dejas, pero no andes mareando.”

Una vez que cada uno acepte las diferencias del otro como inamovibles, se puede empezar a pensar en maneras para que los dos estén más cómodos dentro de su relación.

Discusiones relacionales

En este último tipo de discusión de pareja no se habla de problemas logísticos ni ideológicos sino que va más allá: la discusión se centra sobre la propia relación, sobre el tipo de dinámica que hay entre la pareja.

Es el nivel más profundo de discusión y por eso a veces es difícil de detectar, ya lo que no se suele discutir de manera explícita sobre este problema.

Las personas no solemos decir:

“Cariño, creo que ya no estoy conforme con nuestra dinámica relacional, necesito que cambien nuestro contrato implícito de convivencia porque ahora mis necesidades han cambiado con el tiempo”

No, la cosa va más bien así: “Estoy hasta el gorro de que me hagas siempre lo mismo, nunca haces nada en casa, yo siempre me tengo que encargar de todo, eres un vago y te crees que yo soy tu asistenta.”

Este tipo de discusiones se suelen disfrazar de algún tipo de las dos primeras, pero sobre todo se suelen camuflar tras los problemas logísticos.

Para diferenciarlas, hay un truco sencillo: cuando se llega a un acuerdo sobre las tareas de la casa, por ejemplo, y se termina el problema, entonces se trata del primer tipo.

Sin embargo, si las discusiones se mantienen, sólo que ahora en vez de por las tareas de la casa son por quién utiliza el coche y luego cambia a la implicación con los niños, luego sobre la suegra, y así hasta el infinito, podemos sospechar que se trata de una discusión relacional.

En estos casos, lo importante es ver qué hay detrás de todos esos problemas logísticos, qué están pidiendo cada una de las partes en realidad. ¿Demanda de cariño? ¿más simetría en la relación? Puede ser cualquier cosa.

Conocer cuál es el tipo de discusión principal de la pareja que acude a consulta nos permite establecer una estrategia más eficaz de cara al tratamiento.

Esto se traduce en un menor tiempo de terapia y una mejora que se mantiene con el tiempo.

Dificultades psicológicas que generan problemas de pareja

Parece una regla: cuando tenemos problemas importantes no resueltos con nosotros mismos también solemos generarlos con los demás.

En particular, es claro que hay algunas dificultades psicológicas que se convierten en caldo de cultivo para determinados problemas de pareja.

Se trata de inconvenientes de orden subjetivo que impiden la buena marcha de las relaciones.

El obstáculo, o más bien la tentación, estriba en que, sin darnos cuenta, intentamos llenar vacíos o resolver problemas muy personales depositando todo su peso en la pareja.

 Como en muchos casos esto es imposible, no solo no logramos nuestro cometido, sino que además podemos llegar a dañar la relación con esas expectativas neuróticas.

Lo más complicado es que todo esto se da en el terreno de lo inconsciente. Por eso nunca terminamos de identificar las dificultades psicológicas que generan problemas de pareja.

Solo percibimos sus consecuencias y, usualmente, buscamos la causa en otro lado.

Veamos en detalle tres dificultades de ese tipo.

1. Ausencia emocional, una de las dificultades psicológicas que generan problemas de pareja

La ausencia emocional es, sin duda alguna, una de las principales dificultades psicológicas que generan problemas de pareja. Se define como la falta de disposición emocional para atender las necesidades de la otra persona que compone la pareja. En otras palabras, apatía e indiferencia frente a lo que le sucede.

En muchas ocasiones esto no ocurre deliberadamente. Simplemente la persona pudo haber tenido un estilo de crianza en el cual era el centro de atención. O todo lo contrario, pudo padecer los rigores del abandono emocional.

En ambos casos se produce una especie de bloqueo frente a la capacidad para establecer cercanía emocional con los otros.

A veces esas barreras logran levantarse por un tiempo, pero luego aparecen de nuevo. Es entonces cuando uno de los miembros de la pareja, o ambos se encierra en una burbuja y no logra ver las necesidades del otro.

Su carencia o su egocentrismo son tan fuertes que no les permiten mirar más allá de sus propios requerimientos.

2. Ver a una madre o a un padre en la pareja

Esta es otra de esas dificultades psicológicas que genera problemas de pareja con frecuencia.

Lo saludable es que el proceso de crecimiento haya traído consigo un desapego progresivo de las figuras paternas.

Esto debería conducir a una autonomía paulatina, en donde la persona se vea con capacidad para influir sobre su propio destino.

A veces eso no ocurre. Si alguien fue educado de una manera dependiente, de no superarlo, es muy probable que no solo busque en la pareja un “compañero”, sino también una fuente de protección, apoyo y cuidado.

De este modo, comienzan a distorsionarse los roles.

Sucede entonces que alguien resulta ser muy demandante con su pareja. No le exige solo disponibilidad emocional, sino también incondicionalidad.

Además, es posible que espere que su pareja se haga cargo de las situaciones difíciles, o que tenga que lidiar con los aspectos problemáticos de la relación tal y como lo haría una madre o un padre.

3. Falta de equilibrio entre el recibir y el dar

Es una dificultad que muchas veces aparece de manera simultánea con las dos anteriores. Tiene que ver con la falta de equidad entre el dar y el recibir.

Tanto lo uno como lo otro, en exceso, terminan por generar fuertes grietas en una relación, al punto de destruirla. Como cuando riegas una planta en exceso, terminas marchitándola.

Hay quienes se esmeran en dar. Exageran en esa conducta al extremo que asfixian al otro con sus mimos, atenciones y disponibilidad absoluta. No le dejan dar. No le dejan aportar en la construcción de la relación.

A la vez, lo usual es que, en algún punto, quien da de más, espere que el otro haga lo mismo.

Si esto no ocurre, se siente defraudado y hasta estafado. Esta situación también termina minando el amor.

Para que se sostenga tiene que haber algo de vacío, de carencia, ya que eso es lo que alimenta el deseo.

Así mismo, están los que solo quieren recibir. Son niños grandes que no esperan ser amados, sino adoptados por el otro. Se sienten desvalidos y creen que es obligación de su pareja el compensar su vulnerabilidad.

Las dificultades psicológicas que generan problemas de pareja nos hablan de procesos individuales incompletos.

El amor adulto exige generosidad, madurez, paciencia y flexibilidad. Todo ello debe ser mutuo para que la relación se afiance y perdure. De no ser así, hasta los más grandes amores terminan sucumbiendo ante la contaminación neurótica.

El diplomático y poeta francés -Paul Claudel- dijo:

 “La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros”.

La fuerza de tus emociones impulsa tu vida

Hablar de lo que duele para que duela menos, por esto es tan importante la terapia de pareja

Como mejorar nuestra relación de pareja

En una relación de pareja hay factores determinantes para encontrar un buen equilibrio.

Podríamos decir que los pilares fundamentales para una buena relación, tanto sea de pareja como de amistad o familiar, son: 

la confianza, el respeto, la buena comunicación, la empatía y la cooperación.

Aunque puedan parecer evidentes los factores que favorecen una buena relación, no está de más recordarlos y reflexionar sobre ellos de vez en cuando para evaluar qué cosas podemos mejorar para fortalecer la relación de pareja.

1. El respeto por encima de todo

Todos nos enfadamos de vez en cuando, y es normal que en una pareja surjan conflictos, alguna discusión u opiniones encontradas. No se trata de no enfadarse nunca, o de no decir lo que nos molesta: se trata de hablar siempre con respeto hacia la otra persona.

Los insultos, amenazas, gritos o desvalorizaciones no han de tolerarse en ningún caso, pues son una forma de violencia que hiere profundamente.

Es importante saber gestionar nuestras emociones para que la rabia no nos domine, es preferible tomarse un tiempo antes de responder, o posponer la discusión a otro momento si estamos muy nerviosos, antes que perder los papeles.

Desde el otro lado, no debemos tolerar nunca las ofensas a nuestra persona: es importante ponerles límite.

Las faltas de respeto lo único que consiguen es separar emocionalmente y destruir el cariño entre dos personas. Por lo que el respeto ha de estar siempre por encima de todo.

2. Amabilidad y muestras de cariño

A veces con el tiempo, la confianza, y la rutina; las muestras de cariño y amabilidad con nuestra pareja se van descuidando

¡No debemos olvidarlas! a todos nos gusta que sean amables y cariñosos con nosotros.

Una sonrisa y un  “buenos días” con un beso, dar las “buenas noches”, pedir las cosas con un “por favor” y dar las gracias son buenos hábitos que favorecen la cercanía emocional con nuestra pareja, y además…

algún piropo sincero de vez en cuando ¡sienta muy bien!

No se trata de simples normas de cortesía, ni de ser “zalameros”, sino de hacer que la vida en pareja sea más agradable, y demostrar que respetamos, queremos, y tenemos en consideración al otro.

3. Ser Fiable

Un factor muy importante en una relación de pareja es la confianza. Muchas veces la confianza se manifiesta con detalles pequeños, como ser puntual en las citas, recordar los compromisos, y cumplir las promesas que hacemos.

Ser coherente entre lo que decimos y hacemos, y mostrar nuestra implicación en los detalles del día a día. 

Una relación se basa en la confianza mutua, la otra persona debe saber que cuenta con tu apoyo y que puede confiar en ti.

4. Fomentar una buena comunicación.

No es necesario tener conversaciones “profundas” cada día o hablar siempre de nuestros sentimientos y conflictos, pero hemos de cuidar no irnos al otro extremo y que la comunicación en la pareja no se centre exclusivamente en temas banales y rutinarios.

Además de la atracción física, en una pareja es importante un factor de conexión intelectual, sentirnos comprendidos por el otro, y con la libertad para hablar de cualquier tema, sobre todo de aquellos que más nos preocupan.

Saber manifestar de forma asertiva lo que nos agrada y lo que no, hablar con fluidez de nuestros sentimientos e inquietudes, expresar nuestras opiniones, sentirnos escuchados por el otro y saber escuchar, tener charlas interesantes sobre diversos temas, todo ello fomenta la cercanía y complicidad con nuestra pareja.

5. Ser un “equipo”

Muchas de las decisiones que tomamos, de forma directa o indirecta, terminan afectando a nuestra pareja, así que lo más lógico sería tomarlas de común acuerdo, como un equipo, y teniendo en cuenta al otro.

De esta manera también le demostramos que su opinión es importante para nosotros.

Cuando se crea el hábito de tomar decisiones en pareja se fortalece la unión entre ambos.

También es importante fomentar la confianza y el ser un “equipo”: establecer objetivos comunes, compartir experiencias, y resolver juntos los problemas.

Seguramente habrá a veces diferencias de opiniones, pero a pesar de ello es importante llegar a acuerdos respetando la opinión de cada uno, y sentir al otro a nuestro lado ( en lugar de sentirse enfrentados.)

Es importante sentir que nuestra pareja está “en nuestro lado”, la sensación de “ser del mismo equipo” incluso ante las discrepancias o adversidades. (En contraposición a sentirse enfrentado, luchando “contra” el otro,  y ver a nuestra pareja como un rival.)

6. Ser considerado en la convivencia

En la convivencia diaria es posible que tengamos algunas costumbres o hábitos que molesten al otro y viceversa. Aunque parezcan detalles sin importancia pueden ir creando roces poco a poco con el tiempo.

Por ejemplo; si tu pareja te recrimina el dejar cosas fuera de lugar, los platos sin lavar, fumar en el dormitorio, o dejar levantada la tapa del váter. y estas conductas se mantienen mucho tiempo, son cosas que a la larga pueden ir minando la relación de pareja.

Si tu pareja te ha solicitado en alguna ocasión un cambio en alguno de tus comportamientos o hábitos de convivencia, el seguir manteniéndolos da muestra de inflexibilidad y egoísmo: es como decirle que su opinión no te importa y que no estás dispuesto a cambiar para mejorar vuestra convivencia.

También es una muestra de cariño el tener pequeños detalles positivos hacia la otra persona en nuestro día a día: preparar su plato favorito, dejar una nota cariñosa o dando ánimos si sabemos que le espera un día duro, preguntar qué tal le ha ido el día, un masaje en la espalda. etc.

Evidentemente estamos hablando de pequeños hábitos, no de rasgos de personalidad o cosas así. No podemos pretender “cambiar” completamente a la otra persona, o “ser otros” para agradar a nuestra pareja:  lo que detallamos aquí son pequeñas costumbres de convivencia que si podemos modificar por el otro sin mucho esfuerzo.

Siempre será necesaria la aceptación de algunas cosas que no nos gustan, pero hacer el esfuerzo por cambiar pequeñas costumbres y fomentar buenos hábitos para mejorar la convivencia nos acerca a nuestra pareja y hace más agradable el día a día.

A esto se suma en una relación de pareja la atracción física y disfrutar una sexualidad sana y divertida sin tabúes.

Tal como comenté al principio estos factores son bastante evidentes, pero está bien recordarlos de vez en cuando para evaluar qué cosas podemos mejorar para acercarnos más a nuestra pareja y disfrutar de una relación plena.

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