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Responsabilidad afectiva (Empatía)

Responsabilidad afectiva (Empatía)

¿cómo aprender a desarrollarla en nuestras relaciones?

Aprender a expresar nuestras necesidades y sentimientos siendo respetuosos con las emociones de las otras personas es esencial en nuestras relaciones.

Hoy hablaremos acerca de la responsabilidad afectiva y habilidad socioemocional que nos permite expresar nuestras necesidades y emociones sin olvidar los sentimientos ajenos.

Principalmente de la empatía

Veremos también el impacto negativo que tiene el no trabajarla

¿Qué significa ser responsables afectivamente?

Somos seres sociales, lo cual se traduce en que necesitamos a los demás para sentirnos bien.

Cuando formamos relaciones cercanas con quienes tenemos alrededor, esto nos brinda una importante gratificación emocional, aunque también hay cabida para diferencias y conflictos.

Formar un vínculo sano con los demás requiere por ello no sólo grandes dosis de emoción, sino sentido de responsabilidad y empatía frente a los sentimientos ajenos.

En ocasiones, nos dejamos arrastrar por las emociones sin dar valor a otros aspectos clave como los límites, el cuidado y el respeto.

Sin estos pilares es complicado que una relación se desarrolle de manera realmente saludable sin dinámicas tóxicas de por medio.

El concepto de responsabilidad afectiva se ha popularizado enormemente en los últimos años.

Aunque parece estar en boca de todo el mundo, lo cierto es que no siempre está claro todo lo que implica.

Antes de utilizar el término a la ligera, es conveniente aclarar qué es exactamente.

La responsabilidad afectiva tiene que ver con hacerse cargo de nuestras acciones y emociones, así de cómo estas impactan en los demás.

Cuando adoptamos responsabilidad en nuestras relaciones somos considerados, comprendemos los motivos del otro, empatizamos con él y tratamos de alcanzar un punto común mediante la comunicación asertiva.

Por supuesto, todo ello siempre desde una base de honestidad, sin ocultar, mentir o generar falsas esperanzas en la otra persona.

Aunque hay quienes llevan el “yo soy así” por bandera, la realidad es que la responsabilidad afectiva no es algo que forme parte de nuestra manera de ser sin posibilidad de cambio.

Si nos lo proponemos, es posible mejorar en este sentido y aprender a ser más respetuosos hacia los sentimientos del otro.

Sólo aceptando que lo que sentimos y hacemos siempre tiene consecuencias en otras personas podemos implicarnos de manera adecuada en nuestros vínculos.

Aunque como venimos comentando es posible aprender a ser más responsable, también es importante reconocer que dicho cambio requiere tiempo y esfuerzo.

Y es que la responsabilidad afectiva nos lleva a salir de nuestro egocentrismo, de manera que dejamos de ver únicamente lo que nos concierne a nosotros.

Romper la burbuja y valorar las implicaciones que salpican al resto nos hace más compasivos, sensibles y accesibles emocionalmente. Generalmente, la responsabilidad afectiva se hace notar a través de indicadores como los siguientes:

Empatía…. Respeto… Escucha activa… Establecen y respetan los límites… Pensar antes de actuar…

Empatía: La persona es capaz de ponerse en la piel del otro y entender su reacción incluso aunque ella misma hubiera actuado de otra manera.

Empatía, mucho más que ponerse en el lugar del otro

La empatía es una de las competencias más importantes de las que están incluidas en la inteligencia emocional.

La palabra procede de los vocablos griegos en que significan “dentro de él” y “lo que se siente”.

Sin embargo, el significado real de este fenómeno psicológico es aún más importante que la capacidad de ponerse en el lugar de otro.

¿Qué es la empatía?

La empatía es la capacidad de comprender la vida emocional de otra persona, casi en toda su complejidad.

Esto no supone necesariamente compartir las mismas opiniones y argumentos que justifiquen el estado o reacción que expresa la otra persona.

Ni siquiera significa estar de acuerdo con el modo de interpretar las situaciones con carga afectiva del interlocutor.

La empatía está referida entre otras cosas a la escucha activa, la comprensión y el apoyo emocional.

Además, la empatía implica tener la capacidad suficiente para diferenciar entre los estados afectivos de los demás y la habilidad para tomar perspectiva, tanto cognitiva como afectiva, respecto a la persona que nos expresa su estado emocional.

Sus componentes

Quizá en algunas ocasiones no te has sentido escuchado por falta de feedback, apoyo o comprensión.

La alternativa española más extendida para el anglicismo «feedback» es «retroalimentación», 

En otras muchas ocasiones, quizá sientas que no has sabido atender adecuada y empáticamente al estado emocional de la otra persona y te preguntes…

¿Qué necesito o debo hacer para ser más empático?

Fundamentalmente, los componentes de la empatía son los siguientes:

1. Saber escuchar

Presta atención a lo que explica o argumenta la otra persona, atiende a las manifestaciones no verbales, como sería en el caso de los gestos que se corresponden con el estado de ánimo que se verbaliza y no interrumpas el discurso verbal.

Además, reflexiona sobre lo que la otra persona te está comunicando, expresa señales de seguimiento activo a modo de feedback: mira a la cara, asiente con la cabeza o refleja expresiones faciales congruentes con aquello que te está explicando la otra persona.

Por otro lado, es necesario mostrar interés preguntando detalles sobre el contenido de la conversación.

2. Interpretar las señales no verbales

Comprende los mensajes transmitidos de carácter paralingüístico, tales como la entonación, el tiempo de respuesta, el volumen…

3. Mostrar comprensión

Podemos mostrar comprensión congruente a aquello que nos explican a través de frases como:

” Comprendo que actuases así”. “Entiendo cómo te sientes”. …

No se deben invalidar, rechazar o juzgar las emociones de la persona que las expresa ya que esta es una premisa fundamental para mostrar sensibilidad empática.

4. Prestar ayuda emocional si es necesario

Es importante preguntar siempre a nuestro interlocutor si necesita algún tipo de ayuda.

Sin embargo, en muchas ocasiones con el simple hecho de escuchar activamente al otro le permitimos “ventilar” y gestionar su estado emocional.

En la consulta de psicología digo muchas veces y en el Facebook que “A veces no necesitamos consejos, a veces simplemente, necesitamos a alguien que nos escuche sin juzgarnos”

De esta forma siente alivio por tener un oyente confiable a quien transmitir sus emociones.

Cuando la persona que escucha empáticamente ha vivido una situación emocional semejante a la que se está expresando, el proceso comunicativo es más fluido, ya que se produce una mayor sintonía emocional.

¿Para qué practicarla?

La empatía, como habilidad de la inteligencia emocional, es importante porque posibilita experimentar diferentes beneficios.

Permite disfrutar de relaciones sociales participando más con el grupo de amigos, compañeros o familiares.

Ayuda a sentirse personalmente mejor.

Facilita la resolución de conflictos.

Predispone a ayudar a los demás y compartir.

Aumenta el carisma y el atractivo.

Permite ser más respetuoso.

Desarrolla capacidades de liderazgo, negociación y colaboración, así como ser mejor considerado por los demás.

¿Cómo cultivar la empatía?

Practicar la empatía nos ayuda a ampliar nuestras perspectivas y con ello a enriquecer nuestro mundo con nuevas ideas, puntos de vista y oportunidades.

Es una habilidad social clave que, como ya hemos visto, nos permite escuchar mejor, comprender y formular mejores preguntas, tres aspectos fundamentales de una buena comunicación.

Además, es una de las bases para construir relaciones sólidas y enriquecedoras.

Otros indicadores de la responsabilidad afectiva….

Respeto: La responsabilidad también guarda relación con el respeto, de manera que en la relación nunca se ejerce un daño intencional al otro mediante faltas de tipo físico, verbal…

Escucha activa: Las personas responsables no se limitan a hablar, sino que también saben escuchar.

No imponen su criterio, sino que buscan un punto común de acuerdo incluso en los mayores conflictos.

Establecen y respetan los límites: Saben poner límites a tiempo, pero no se olvidan de respetar los establecidos por el otro.

Piensan antes de actuar: Lejos de dejarse llevar por impulsos pasajeros, las personas responsables afectivamente logran reflexionar antes de actuar, pues saben que aquello que hacen o dicen puede afectar al otro.

Entrenar estas cualidades asociadas a la responsabilidad puede ser más fácil cuando contamos con la ayuda profesional de un psicólogo.

En terapia podemos analizar nuestros patrones e identificar posibles errores que estamos cometiendo para empezar a mejorar y formar vínculos más sanos.

¿Qué ocurre cuando somos afectivamente irresponsables?

En ocasiones, de manera progresiva la falta de responsabilidad afectiva nos lleva por un camino difícil en nuestras relaciones.

El vínculo deja de ser un espacio de cuidado y respeto, pasando a transformarse en una especie de campo de batalla donde cada una de las partes procura imponer su criterio sin importar cómo esto afecta al otro.

El amor de cualquier tipo (pareja, familia, amigos…) nunca debería concebirse como una lucha, sino como un trabajo en equipo. Generalmente, las personas irresponsables afectivamente muestran comportamientos como los siguientes en sus relaciones:

Invalidan al otro: ya sea negando, criticando o minimizando sus emociones, desprecian los sentimientos ajenos.

Esto se traduce en un rechazo a cualquier tipo de queja, petición o necesidad ajena.

No se comprometen: Hacen promesas o se pierden en palabras vacías que luego no dan pie a acciones reales.

No cumplen con su palabra porque no muestran un sentido de responsabilidad respecto al sentir del otro.

No piensan en cómo sus actos pueden herir o decepcionar.

Son egoístas: Priorizan su interés particular, sin pensar en lo que el otro necesita.

Piensan en sus gustos, apetencias y deseos, sin mirar más allá, lo que hace que el otro se sienta infravalorado o menospreciado.

Evaden conversaciones incómodas: Toda relación estrecha requiere mantener conversaciones tan incómodas como necesarias, ya que estas permiten aclarar puntos clave para que la relación crezca.

Sin embargo, las personas con escasa responsabilidad afectiva prefieren evitar mostrarse vulnerables y aceptar sus errores.

*EL PODER CURATIVO DE LAS PALABRAS CARIÑOSAS*

  El Amor es un lenguaje y se acompaña de muchas palabras y expresiones:

“Te quiero mucho”, “cuídate”, “te ves muy bien”, “avisa cuando llegues”, “te extraño”, “estaba esperando tu mensaje”, “eres muy importante para mí”, “quiero pasar tiempo contigo”.

Podrían ser solo palabras, pero los afectos expresados en cada una de ellas nutren el alma.

  No tengas miedo de las palabras afectivas.

Es un mal social de estos tiempos el no querer usar las palabras afectivas por considerarlas “ridículas” o porque para algunos expresan debilidad.

 Pero, al contrario, expresan fortaleza, porque estas palabras nos mantienen sanos y nos ayudan a esparcir sanidad en los corazones más lastimados.

  Con palabras de Amor y Afecto puedes inyectar fortaleza, motivación, valor, coraje y determinación en las personas.

No tengas miedo de ser amable y decir a cada persona lo positivo que hay en ella.

  No tengas miedo de decirle a tu amiga “te ves linda, bonita,

Que bien te veo, estás radiante y cuando su sonrisa le ilumina, también se le dice”..

porque tal vez la han herido tanto por su apariencia que ella no se siente así.

Nunca debemos mentir, lo importante y sincero es ver lo mejor de esa persona y decirlo.

Cuando admires algo de otra persona díselo. Hagamos hábito, el reconocer las cualidades, que tal vez, ni siquiera saben que tienen.

 No tengas miedo de decir “me encanta tu actitud, cómo enfrentas cada problema, aprendo mucho de ti”, porque a veces las cosas no son tan fáciles para esa persona y puede sentirse motivada por tus palabras.

Menos crítica y más afecto.

 La crítica es buena porque nos ayuda a mejorar como sociedad.

Sin embargo, estamos tan saturados de críticos severos, que nos hemos olvidado de las palabras de afecto, esas que realmente nos motivan para seguir adelante.

  Cuando una persona solo recibe críticas, no importa de donde vengan, no importa si la escudan bajo el “te lo digo porque te quiero”, no podrá reconocer lo bueno que hay en ella porque su panorama de sí mismo es solo negativo.

  Por eso las palabras de afecto valen oro en estos días donde todos tienen algo que criticar.

  Porque las palabras cariñosas aportan identidad a las personas, les dicen lo bueno y valioso que hay en ellas y les motivan a hacer cambios…

Existe una tribu en el sur de África con una costumbre verdaderamente hermosa que se identifica con una palabra: Sawabona.

Cuando alguien se comporta de forma inadecuada lo llevan al centro de su aldea y entre todos lo rodean.

Durante dos días ellos le recuerdan a esa persona todas las cosas buenas que él hizo.

Esta tribu cree que cada uno de nosotros venimos al mundo siendo buenos y deseando seguridad, amor, paz y felicidad.

Ocurre que en la búsqueda de nuestro lugar, en el devenir de nuestra vida, podemos cometer errores.

Estos deslices son para ellos gritos impacientes de auxilio.

Este pueblo cree que el anhelo de sentirse seres especiales y buenos a veces les lleva a fallar en su comportamiento.

Entonces, se reúnen para enderezarlo y reconectarlo con su verdadera naturaleza, recordándole quién es en realidad y que puede darle la mano de nuevo a su verdad.

Así, cuando esto ocurre, todos le repiten “Sawabona” que significa “yo te respeto, te valoro y eres importante para mí” y esa persona responde “Shikoba”, que quiere decir “entonces…yo soy bueno y existo para ti”.

Este acto de reconocimiento reconstruye el interior malherido de la persona que agravió sabiéndose querido y valorado.

De esta forma, utilizando el lenguaje con amor, en esta tribu se recuerdan diariamente a través de las expresiones Sawabona y Shikova, que todos son especiales y que su interior es bueno, aunque a veces no actúen de forma correcta.

Y lo cierto es que, con este hermoso acto y sencillo saludo, transmiten el mensaje de que nunca es demasiado tarde o demasiado pronto para ser quien quieras ser.

No tienes un tiempo concreto para hacerlo o no hacerlo, puedes empezar cuando quieras, pero recuerda que se gana más con la paciencia que con la violencia.

En ocasiones, cuando nos comportamos de forma inadecuada, estamos pidiendo a gritos que alguien nos haga sentir valiosos.

Sí, es un grito al amor, al aprecio y al cariño.

Si consiguiésemos imaginar que cada uno de nosotros tiene un letrero colgante que reza “hazme sentir importante y especial” nuestros contactos serían más puros y benevolentes y crearíamos un verdadero interés por las personas que tenemos delante.

No hay víctimas ni enemigos para el alma… para el alma sólo hay Maestros:

Maestros del daño: Pasan por tu vida a recordarte que tu herida infantil sigue abierta, para que la revises con amor.

Maestros de la crítica: Pasan por tu vida a recordarte que tu ego es reactivo, para que lo mires con sentido del humor.

Maestros de la envidia: Pasan por tu vida a recordarte que tu don es prestado, para que lo emplees con humildad.

Maestros del rechazo: Pasan por tu vida a recordarte que ellos son tú, para que ilumines tu inconsciente con responsabilidad.

Una vez que comprendes esto, no ves enemigos en ninguna parte. El mundo no viene a dañar quién eres. El mundo viene a recordarte quién eres. Cuanto más te olvidas de tu plan en la Tierra, más sientes que todos te “molestan”. Cuánto más consciente eres de tu misión en la Tierra, más sientes que todos te “potencian”.

“De tí depende que entiendas que los demás solo te muestran las cosas negativas o positivas que debes trabajar o fortalecer

en tí”.

……

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