Blog

Los peligros de callar lo que pensamos o sentimos

Publicado el

Los peligros de callar lo que pensamos o sentimos

“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”, escribió Mario Benedetti.

Los silencios esconden ilusiones, miedos, inquietudes, confusión, resignación… y para muchos Paz y Armonía.

Los silencios arrastran una marea de emociones.

Sin embargo, a menudo preferimos pensar que el que calla otorga. Confundimos el silencio con el consentimiento y caemos en la falacia del quietismo.

¿Qué es la falacia del quietismo?

Las falacias son inferencias o conclusiones no válidas de la realidad que usamos para justificar nuestra postura.

Generalmente se trata de argumentos que no guardan relación con las ideas expuestas, pero a menudo recurrimos a ellos para obligar a nuestro interlocutor a aceptar la validez de una tesis inconsistente.

Algunas falacias manipulan los hechos, otras hacen leva en el aspecto lingüístico y recurren a la ambigüedad, la incomprensibilidad de los enunciados o la ausencia de significado tras las ideas para confundir.

La falacia del quietismo, también conocida como falacia de la reserva, se basa en la idea de “el que calla, otorga”.

Quien recurre a esta falacia sostiene que la persona que no argumenta a su favor, no se defiende o no interviene, está de acuerdo con las ideas planteadas o con el estado de las cosas.

De hecho, es un tipo de argumentum ad ignorantiam “Llamada a la ignorancia” ya que se asume que el silencio y el quietismo son una prueba de consentimiento.

Se suele señalar con la frase: «la ausencia de prueba no es prueba de ausencia»; es decir, cometes esta falacia cuando dices que algo es verdad (o mentira) basándote en la ignorancia existente sobre ella.

Por ejemplo, se puede pensar que una persona no se pronuncie contra las armas está a favor de su uso.  

Obviamente, no es así.

La Madre Teresa de Calcuta decía: “No me inviten a una marcha en contra de la guerra, invítenme a una marcha a FAVOR DE LA PAZ y seré la primera en asistir”,

El que calla, no siempre otorga. Lo único cierto es que calla.

El resto son inferencias que realizamos según lo que más nos convenga.

Pensar que el silencio es consentimiento implica hacer caso omiso del contexto y de las señales que indican que ese callar puede ser fruto del miedo o la resignación.

Sigefobia, una sociedad que teme al silencio

En 1997, el filósofo Raimon Panikkar dijo que la sigefobia era una de las enfermedades del siglo.

Se refería al miedo al silencio. De hecho, muchas personas no terminan de sentirse completamente cómodas con el silencio.

Estar con alguien, sin decir nada, suele generar un “silencio incómodo”.

Muchas veces esa sensación de incomodidad es tan imperiosa que genera ansiedad y nos empuja a romper ese silencio cuanto antes sacando a colación cualquier tema de conversación, sin importar cuan banal sea, solo para mantener el ruido.

En realidad, no es un fenómeno extraño si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad donde predominan la imagen y la palabra, muchas veces incluso sobre los hechos.

El silencio nos atemoriza porque trae consigo un fardo de carencias, significados ocultos y peligros que no sabemos muy bien cómo comprender y gestionar.

Podemos decir muchas cosas a través de él, pero esos significados no logran escapar de la ambigüedad.

Por eso preferimos aferrarnos a las palabras.

Tememos a lo no-dicho porque nos genera inseguridad e incertidumbre.

No sabemos muy bien cómo reaccionar.

Por eso es más fácil tomar atajos y pensar que el silencio es sinónimo de consentimiento.

Pero esa inferencia o conclusión implica abstraernos del contexto y obviar – muchas veces a propósito – que el silencio puede estar motivado por la sumisión, el miedo o la resignación.

Los peligros de callar lo que pensamos o sentimos

El silencio es una decisión comunicativa. Decidimos qué callar y qué decir.

Practicamos la autocensura cuando nos callamos cosas que podrían herir a los demás o a nosotros mismos.

Pero cuando ese silencio viene impuesto por los demás se trata de represión y/o censura. Sin paliativos.

A veces callamos porque tememos a las consecuencias de nuestras palabras.

Preferimos guardar silencio con la esperanza de evitar el conflicto.

Así terminamos dejando pasar muchos comportamientos y actitudes ofensivas que pueden terminar convirtiéndose en una inmensa bola de nieve que nos arrastre.

Cuando no decimos lo que pensamos ni manifestamos nuestra inconformidad, estamos contribuyendo de manera pasiva a perpetuar el contexto que nos daña o molesta.

A fuerza de callar nuestras ideas y emociones alimentamos situaciones que pueden terminar siendo mucho más dañinas que el problema inicial que queríamos evitar.

Por ese camino podemos terminar convirtiéndonos en rehenes de lo que callamos, ya sea en el plano de la pareja, la familia, el trabajo o la sociedad.

Entonces llegamos a un punto en el que nos encontramos en una situación completamente insatisfactoria que nos resignamos a seguir sufriendo en silencio o explotamos.

Obviamente, ninguna de esas opciones es beneficiosa para nuestro equilibrio mental.

Sin embargo hay un anónimo que dice: CALLAR

Callar las cualidades propias es humildad.

Callar las buenas obras del prójimo es envidia.

Callar para no herir la susceptibilidad es delicadeza.

Callar los defectos propios es prudencia.

Callar los defectos ajenos es caridad.

Callar las palabras inútiles es sabiduría.

Callar para escuchar es educación.

Callar a tiempo es discernimiento.

Callar junto al que sufre es solidaridad.

Callar cuando se ha de hablar es cobardía.

Callar ante el fuerte es sometimiento.

Callar ante el débil es magnanimidad.

Callar ante una injusticia es complicidad.

Callar en los momentos de dolor es virtud.

Callar ante la injuria es fortaleza

Existe un proverbio árabe que dice:

Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas.

A veces, guardar silencio da más fuerza a lo que callamos.

A veces un silencio dice más que mil palabras. Pero a veces no.

El éxito comunicativo del silencio no depende únicamente de nosotros sino también de la sensibilidad de nuestro interlocutor.

El silencio es un arma poderosa, pero pocos saben usarla e interpretarla adecuadamente, por lo que en una sociedad que confiere una gran importancia a la explicitud, a veces es mejor hablar.

La palabra puede despejar las dudas y acotar el significado de lo silenciado.

Por supuesto, no siempre encontramos las palabras adecuadas o las argumentaciones válidas.

No importa.

Lo importante es dejar clara nuestra posición o incluso la ausencia de ella cuando aún no estamos seguros de nuestra postura.

A veces simplemente podemos pedir tiempo para reflexionar.

Indicar que no estamos de acuerdo. O incluso decir que todavía no nos hemos formado una opinión.

Se trata de encontrar la vía para que los demás puedan entender mejor cómo nos sentimos o qué pensamos, defender nuestros derechos asertivos y no ceder paso a las personas que pueden malinterpretar nuestros silencios bajo el adagio de que “el que calla otorga”.

EL SILENCIO

Había una vez un lejano valle, donde todos sus habitantes eran muy ruidosos, gritaban constantemente y pasaban el tiempo criticando y hablando los unos de los otros.

Tanto era el escándalo que creaban los habitantes de este valle, que no dejaban descansar al mago que allí cerca vivía.

El mago muy enfadado hechizó aquel valle y a todos sus habitantes, la maldición condenó al valle a permanecer eternamente en silencio.

Solo se romperían con un sonido creado por todos, un sonido que saliera de escucharse unos a otros.

Ninguna melodía se escuchaba, ninguna risa podía oírse allí, ni una simple palabra.                                                                                      Solo se escuchaba el silencio que aparece cuando nada suena, cuando nada se escucha.

Los habitantes de aquel valle, que desde entonces fue conocido como el valle del silencio, intentaron por todos los medios hacer sonar sonidos en sus calles.

La música que antes alegraba el lugar había desaparecido.                     Lo intentaron con todos los instrumentos musicales, tocaban la guitarra pero nada se escuchaba, interpretaban canciones en la flauta pero nada sonaba, cantaban lindas canciones pero sus voces estaban mudas, un famoso pianista lo intento con su piano pero ninguna melodía alegraba el valle.

Parecía imposible deshacer la maldición, si nada sonaba como podían escucharse, si nada se oía como podían crear un sonido entre todos.

Ya no podían gritar, ni tampoco hablar unos de los otros, y esto mejoro sus relaciones, pero echaban de menos las risas y la música.

Fue entonces desde el silencio, cuando aprendieron a escucharse unos a otros a través de las miradas y los gestos.

Sin gritos era más fácil entender y escuchar aunque nada dijeran. Aprendieron a comunicarse escribiéndose lo que tenían que decirse, y en la escritura no se puede gritar a los demás.

De este modo todos se escuchaban y así fue como escuchándose todos tuvieron una idea, entre todos construirían una gran campana que colocarían en lo alto de la torre, de este modo el sonido de la campana estaría por encima del valle y podría escucharse ajeno a la maldición.

Tras varios días de duro trabajo, construyeron la campana y la colocaron en lo alto de la torre, cuando la hicieron sonar, muchas campanadas pudieron escucharse.

El sonido de la campana era oído por todos.                              Comenzaron a reír, pletóricos de alegría, unos a otros se abrazaron y fue entonces cuando se dieron cuenta de que se estaban escuchando reír.

El sonido de la campana, aquella que habían fabricado entre todos había roto el silencio del valle del silencio.

Desde entonces aquel valle, dejo de ser un ruidoso valle, y se convirtió en un valle del que salían las más bellas melodías.

Experimentando el SILENCIO

Es uno de los tratamientos que se está empleando en psicoterapia para deshacernos del estrés, de la tensión, para relajarnos y conectar el cuerpo y la mente.

El silencio como antesala de la conciencia despierta

Hay dos silencios: uno, antes de la palabra,.. es un querer decir;

otro, después de la palabra, es un saber que no puede decirse,                lo único que valdría la pena decir. Nos asusta el silencio

¿Por qué nos asusta el silencio?

Porque no nos conocemos

Nos asusta el silencio porque este implica entrar en contacto con nosotros mismos.

Huimos de él porque huimos de nosotros.

Se trata de un temor a quedarnos a solas con una parte de nuestro ser que nos negamos a ver, con los miedos y heridas que hemos ido ignorando y acumulando.

Nos aterra escuchar nuestra propia voz, un grito interior que hemos sepultado durante años bajo voces ajenas y ruidos exteriores.

No nos conocemos porque nunca nos hemos quedado solos.

No nos conocemos y nos asusta hacerlo.

Cuando el silencio aparece trae consigo los sonidos de nuestras sombras, de esas partes oscuras que no reconocemos como propias cuando sí lo son.

¿De dónde sale esa ansiedad, ese sentimiento de soledad y vacío, esa ira contenida que surge cuando estamos en silencio?

Todo ello somos nosotros, aunque nos hayamos negado a vernos durante décadas.

Porque no estamos acostumbrados

Sin embargo no toda la culpa es nuestra.

Hemos nacido y vivimos inmersos en una sociedad que no nos enseña a conectar ni a escucharnos, sino que nos ocupa y nos distrae constantemente.

Pero,…                                                                                                        ¿sabes todo lo que el silencio puede ofrecernos?

Practicar el silencio nos ayuda a conectar con nuestros temores, heridas y deseos.

Nos permite conocernos, sanarnos y volver a nosotros.

Nos ofrece la oportunidad de descubrir nuestros anhelos y opiniones, de recuperar nuestra fuerza y nuestra voz.

Cuando te conoces y te aceptas, cuando aprendes a amarte y a estar contigo, no hay otro lugar comparable en el mundo.

Solo tú puedes llenar tus vacíos, curar tus heridas y vencer tus miedos.

Solo tú puedes trabajar por tus sueños y objetivos.

Entonces, ¿por qué temes estar contigo?

Date una oportunidad, descubrirás cuánta falta te has hecho todo este tiempo.

En la tradición oriental se encuentra la expresión wu wei, esto es, el ejercicio de la acción a través de la no acción.

Es un estado en el cual te permites no dirigir, no interferir en lo que está ocurriendo. Me gusta llamarlo FLUIR

Se trata tan sólo de ser consientes; las cosas vienen y van como nubes en el cielo de la Mente Única y sean tal cual sean, está bien, son las que están siendo.

Pero esto no significa que cuando haya que hablar o intervenir, manifestarse en definitiva, no haya que hacerlo.

No es lo mismo no actuar que no hacer nada.

Detrás de todo impulso consciente o inconsciente por nuestra parte, esperamos algo.

Mantener el eje del silencio significa entrar en el ámbito de la no manipulación, de la no ejecución de órdenes o ideologías.

El hombre es un ser social y hace uso de la palabra para referirse a la realidad y relacionarse con los otros.

El problema estriba en quedarse enredado en ello.

La realidad no es definida ni atrapada en su esencia por medio del lenguaje, pero tampoco lo es por medio único del silencio.

En el zen se enseña que cuando hay que hablar, se habla; cuando hay que callar, se calla.

La meditación zen es un ejercicio pleno de contemplación sin interferencia.

El practicante aprende a observar estable desde la fusión de su cuerpo y de su mente.

Para ello los cimientos de la concentración son fundamentales en el arte del darse cuenta:

Quietud y silencio se funden el uno en el otro como lo hace el azúcar y el café.

El silencio y la psicoterapia

 Ya hemos dicho que…En un mundo en el que estamos constantemente rodeados de ruidos, el silencio se vuelve más que necesario en ocasiones.

Es uno de los tratamientos que se está empleando en psicoterapia para deshacernos del estrés, de la tensión, para relajarnos y conectar el cuerpo y la mente.

Beneficios de la terapia del silencio

1. En primer lugar, Como hemos mencionado, el silencio ayuda a ordenar nuestras ideas y a conectar con nuestros pensamientos. Gracias a esto conseguimos relajar el cuerpo y la mente.

Este método, llevado a cabo con ayuda de un psicoterapeuta, puede ayudarnos a reducir el estrés, ya que él se encargará de ayudarte a eliminar los pensamientos que reprimes y a expresar aquello que sientes o necesitas.

2. El silencio puede ser muy beneficioso, no solo para el estrés, sino para multitud de funciones de nuestro organismo, ya que puede fortalecer nuestro sistema inmune e incluso ayudar a la regeneración de nuevas neuronas y a la mejor conservación de la memoria.

3. Una vez que hayamos escuchado a nuestro interior, podemos lograr superar aquellos problemas que nos preocupen con ayuda del psicoterapeuta, que podrá aconsejarte y ofrecerte alternativas.

Además, te ayudará a conducir tus pensamientos para poder solucionar lo que nos preocupa.

4. Por último, al tratar con un especialista los problemas y afrontarlos, generamos endorfinas, hormonas que se asocian con la felicidad.

Por estos motivos, el silencio es un método que se emplea cada vez más en la psicoterapia, te animamos a probar este método con un especialista y a que nos cuentes tu experiencia.

El silencio también habla, nos habla. ¿Por qué no escucharlo?

¿El silencio puede decir más que un largo discurso?

La reflexión del historiador latino Curcio.

“Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos”.

Comienza a practicar el silencio

Como describe el Tao

El poder permanece cuando el ego se queda tranquilo y en silencio.

 Si tu ego se impone y abusa de este poder el mismo poder se convertirá en un veneno y todo tu ser se envenenará rápidamente.

Quédate en silencio, cultiva tu propio poder interno.

Respeta la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo.

No trates de forzar, manipular y controlar a los otros.

Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son, o tienen la capacidad de ser.

Un abrazo Buen caminar por la vida

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *