Ir al psicólogo ¿Para qué sirve ir al psicólogo?
¿Por qué nos cuesta tanto la decisión de ir al psicólogo?
La psicoterapia cuenta con herramientas y profesionales para que todos podamos beneficiarnos en alguna medida de ella.
Aun así, en muchos casos nos resistimos a acudir a consulta. ¿Por qué lo hacemos?
¿Por qué nos cuesta tanto ir al psicólogo?
Cuando padecemos alguna dolencia física, acudimos al médico sin problema y sin pensarlo. Recurrimos a nutricionistas, dentistas y fisioterapeutas. Del mismo modo, el propósito de año nuevo de muchas personas consiste en apuntarse al gimnasio y comenzar a cuidar su salud física.
Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo por nuestra salud mental?
¿Por qué nos cuesta tanto ir al psicólogo?
Muchas personas padecen altos niveles de sufrimiento emocional sin ser conscientes realmente de dónde proviene y de que podrían aliviarlo.
Sin embargo, otras conocen totalmente las oportunidades que brinda la psicoterapia y aun así rehúsan utilizar este valioso recurso.
¿Cuáles son los motivos que nos impiden hacernos cargo de nuestro mundo interior y aceptar ayuda para que el proceso sea más eficaz y satisfactorio?
Estigma
A pesar de lo mucho que hemos avanzado respecto a la concepción general de la psicología, aún sigue recayendo sobre ella cierto estigma.
Y es que una parte importante de la población sigue considerando que al psicólogo solo van “los locos”, las personas con graves enfermedades mentales.
Por lo mismo, no se plantean que ellos puedan ir sin ser víctimas del juicio que ellos mismos sostienen.
Ir al psicólogo equivaldría a reconocerse locos o gravemente dañados.
Pedir ayuda a un
psicólogo no es ningún signo de
debilidad, sino todo lo contrario, de inteligencia y de autoconocimiento.
Denota una persona con apertura y afrontamiento
ante las dificultades.
La realidad es que la psicoterapia es sumamente útil y beneficiosa para cualquier persona, pues nos ayuda a conocernos y a gestionar nuestros pensamientos, actitudes y emociones.
Nos enseña a comunicarnos de forma más eficiente y a lograr un mayor equilibrio y bienestar interior.
No hay vergüenza sino orgullo en tener la valentía de crecer personalmente.
Miedo
El miedo es una emoción poderosa que nos impide avanzar en numerosas áreas de nuestra vida.
Si nos preguntamos por qué nos cuesta tanto ir al psicólogo, la respuesta muchas veces es: por temor.
Temor a lo desconocido, a la incertidumbre de no saber qué nos vamos a encontrar en la consulta y cómo es posible que puedan ayudarnos.
Pero, también, miedo a enfrentarnos a nuestros fantasmas del pasado, a nuestras heridas abiertas y la parte más oscura de quienes somos.
Con frecuencia, muchos de los argumentos que empleamos para justificar por qué no acudimos al psicólogo, a pesar de estar sufriendo, son meras excusas para ocultar la verdad: tenemos miedo de enfrentarnos a nosotros mismos.
Sin embargo, el autodescubrimiento es el viaje más transformador y positivo que puede realizar un ser humano. Nuestro único miedo debería ser continuar huyendo de quienes somos.
Malas experiencias
En ciertas ocasiones, nos cuesta acudir al psicólogo porque hemos escuchado el testimonio de personas que han tenido una mala experiencia o incluso porque nosotros mismos previamente lo hemos intentado, obteniendo unos resultados poco satisfactorios.
Cuando esto sucede, hemos de analizar la situación para descubrir qué falló en aquella experiencia concreta.
A veces cuando un médico no nos convence, pedimos una segunda opinión. Cuando tenemos que arreglar algo, buscamos el mejor profesional, que sea sincero y honesto.
Por un lado, es posible que la persona que acudió al psicólogo tuviese unas expectativas poco ajustadas de lo que supondría la terapia.
Un psicólogo es un guía, es quien te orienta, pero el camino has de hacerlo tú y no hay atajos ni recetas mágicas.
Sanar o crecer personalmente requiere implicación y constancia, pero la recompensa es inmensa.
Por otro lado, puede suceder que no conectes con un terapeuta en concreto. Bien sea por la metodología o la corriente que este emplea o por la falta de afinidad personal.
Esto es posible y hemos de tener en cuenta que tenemos el derecho a darnos la oportunidad de buscar a otro psicólogo con quien nos sintamos realmente a gusto para un proceso tan íntimo.
Nos cuesta tanto ir al psicólogo porque tenemos resistencias
En realidad, el motivo que subyace a todos los anteriores, la razón que con frecuencia actúa de obstáculo insalvable para acudir al psicólogo son nuestras resistencias.
Tal vez seamos conscientes de que lo necesitamos, puede que nuestra situación personal sea casi insostenible y creamos que de verdad la terapia puede ayudarnos, pero aun así somos incapaces de dar el paso.
Esto sucede porque el ser humano es un animal de costumbres, de hábitos. Preferimos lo familiar, lo conocido y nos aterran el cambio y la incertidumbre.
Si este es tu caso, es la señal de que tus propios temores inconscientes te están frenando para evolucionar el estado en el que te encuentras.
Enfréntalos, inténtalo, invierte en ti. El esfuerzo valdrá la pena.
En la carta nº 9 de La brújula interior de Alex Rovira comienza con esta frase de Robert Fisher autor como ya sabéis de “El caballero de la armadura oxidada”
«El reconocimiento de que tú eres la causa y no el efecto hará que no tengas más miedo: sentirás una nueva sensación de poder.»
Si decides comunicarte con tu inconsciente para empezar a vivir tu vida de un modo distinto a como la vives hoy.
Pero hay un pequeño problema: no sabes cómo hacerlo.
Lo ideal es, solicitar ayuda a alguien que te merezca confianza, que esté dispuesto a escucharte… sin juzgarte.
Esto es fundamental: sin que te sientas juzgado.
Si hay algo que los psicólogos debemos y sabemos hacer bien es guardar secretos.
Porque la discreción y la confidencialidad son ingredientes básicos de nuestro trabajo. Cada profesional emplea en su trabajo distintas herramientas y materias.
Para los psicólogos nuestra materia prima de trabajo es la información, el secreto y la discreción. Sin ellas no podemos trabajar
El psicólogo debe ser alguien que te permita expresar todo lo que piensas, todo lo que sientes (tus temores, tus fantasías, lo que crees que son tus límites) sin sentirte amenazado por su reacción, por su rechazo, por su burla…
Pedir ayuda a un psicoterapeuta, alguien, en definitiva, que realmente te escuche con interés, que te genere confianza, que te permita mostrarte libremente.
Este alguien te acompañará en el camino de búsqueda hacia ese interior que no ha salido porque no ha encontrado el espacio, el lugar ni la forma para hacerlo…
Así, progresivamente irás viendo las cosas de una manera distinta e imaginando nuevos posibles escenarios en los que ubicarte de forma más cómoda.
Muchas personas creen, erróneamente, que sólo van al psicólogo o piden ayuda los que están fatal, locos de atar, locos perdidos.
O que pedir ayuda es un signo de debilidad, es reconocer que uno se ha roto bajo la presión.
Para muchos, ir a ver a un psicólogo o a cualquier profesional que te invite o acompañe a navegar dentro de ti implica asumir que «algo he hecho mal», que «no soy perfecto/a».
Dudan y se preguntan: «¿Qué van a pensar de mí si me ven salir de esta consulta? Quizá van a pensar que soy un pervertido, un adicto, un infeliz, un inseguro, que soy débil, que lloro, que no soy fuerte, que no estoy seguro de mí, que tengo dudas, que tengo miedos, que me cuestiono a mí mismo…».
Y cuando pienso en ello, no puedo evitar gritar a pleno pulmón:
¿Y qué?
¿Hay algún problema?
¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!
Muchos no se dan cuenta de que el verdadero desarrollo de la inteligencia emocional sólo se consigue a base de ser minero de uno mismo.
Pero es harto difícil asumir ese reto.
Es mucho más fácil pensar en las cosas que pensarse, o mejor, repensarse a uno mismo.
Porque lo que es realmente de locos es no someternos a revisión si sentimos que lo necesitamos, no supervisarnos, no ir a ver a un psicólogo, a un terapeuta que nos escuche y nos acompañe, para proceder a un chequeo, a un buen buceo en nuestro interior.
Así que empieza a pensar en tí y a olvidarte de lo que puedan pensar los otros, porque quizás esos otros están en tu misma situación, buscando una vida plena y con sentido, sin atreverse a declarar abiertamente que hay cosas que no funcionan…
Creo que casi todos necesitamos crear un espacio donde reencontrarnos, y que nos cuesta en general darnos el permiso para hablarnos y para hablar con alguien que nos acompañe y que nos escuche…
Y así vamos viviendo como podemos, haciéndonos los fuertes, quizá muy confundidos, en un entorno donde muchos, por no decir casi todos, tenemos algo importante que revisar.
Y humildemente cuando lo necesito también acudo a mi psicoterapeuta, aunque tenga el conocimiento, a veces necesito verme o que me vean desde otra perspectiva.
Porque siempre, continuamente, hay cosas que revisar.
A veces la persona tarda en reconocer que necesita ayuda debido al propio estado psicológico en que se encuentra, o incluso pensar ‘que no tiene motivos para estar así’ o que ‘tiene que ser fuerte superándolo por sí mismo’ y son tus seres queridos quienes demandan la terapia.
Si es éste tu caso te recomiendo que sigas escuchándonos
Date permiso para reencontrarte
A todos nos ha pasado que un día despertamos menos optimistas de lo usual.
O quizás tu día ha ido complicándose y necesitas unas palabras de aliento para no darte por vencido.
Todos hemos experimentado alguna vez una sensación de desgaste a todos los niveles.
La buena noticia es que lo puedes moldear con tus acciones y decisiones.
Pedir ayuda a un
psicólogo no es ningún signo de
debilidad, sino todo lo contrario, de inteligencia y de autoconocimiento.
Denota una persona con apertura y afrontamiento
ante las dificultades.
¿Por qué a todo el mundo le iría bien ir a terapia de vez en cuando?
La terapia es una buena herramienta para poder abordar nuestros problemas desde otro punto de vista.
Los amigos nos pueden dar consejos, pero muchas veces no son suficientes o no son exactamente lo que necesitamos.
Es entonces cuando los psicólogos entramos en escena.
La sociedad está empezando a asumir que a terapia no solamente van los locos, sino que cada vez más personas se animan a buscar en la terapia una aportación que no son capaces de encontrar en otro lugar.
Para pedir ayuda a un profesional de la psicología no es necesario estar loco ni mal de la cabeza.
Al revés, ahora es muy común que vayamos a terapia incluso para mejorar y conocer mejor nuestro interior.
La terapia se ha convertido para muchos en un espacio donde explorar sus luces y sombras y aprender de ellas.
No se trata de recibir consejos de alguien que no te conozca, sino de aprender a ver tus problemas desde otra perspectiva.
Ver las situaciones desde el exterior.
Conceptos equivocados sobre la terapia
Muchas personas todavía siguen pensando que en terapia todo el mundo se recuesta en un diván mientras procede a rebuscar traumas en su infancia que puedan explicar cómo se siente ahora.
Otras piensan que el terapeuta es una persona que va a resolver los conflictos del paciente sin que este tenga que hacer ningún tipo de esfuerzo.
También están las personas que piensan todo lo contrario, que el terapeuta es un agente pasivo en la terapia que se limita a escuchar.
Estas ideas representan conceptos equivocados sobre cómo se trabaja en consulta en la actualidad.
La psicoterapia del diván se enmarca dentro del psicoanálisis, y no todos los psicoanalistas utilizan actualmente un diván.
En este sentido podríamos decir, especialmente en Europa, que la evolución de la psicología ha desterrado a los divanes de las consultas hasta convertirlos en la excepción y no en la regla.
Los psicólogos no van a facilitarte respuestas, sino que van a ayudarte a que tú las encuentres, incluso algunos te dejarán preguntas que quizás nunca te habías planteado y que pueden ser (o no) relevantes para el problema que les planteas.
Además, dependiendo de la situación, te propondrán una serie de ejercicios que pueden ayudarte con dicha tarea.
El mundo de la psicoterapia ha evolucionado mucho y podemos encontrar corrientes como la terapia cognitivo-conductual, o las terapias de tercera generación (Terapia transpersonal, humanista, terapia sistémica, Mindfulness etc.) que utilizan el cara a cara.
Todas la podríamos englobar en una psicología holística
¿Por qué es bueno ir a terapia de vez en cuando?
La terapia no está exclusivamente reservada para aquellas personas que tienen trastornos mentales.
Es un buen recurso para todo el mundo, porque no somos invencibles, y a veces necesitamos puntos de vista externos que enriquezcan el propio.
Tampoco somos perfectos, por tanto, es probable que caigamos en errores que sea bueno revisar para no volver a repetir.
«A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea”.
-Thomas Szasz-
Visitar al psicólogo es un acto de necesidad para muchas personas. Para otras, no tiene por qué ser algo obligatorio, pero sí beneficioso para su salud mental y emocional.
La vida nos hace pasar por situaciones, traumas y momentos difíciles que no tenemos por qué saber manejar solos.
La psicoterapia en este sentido siempre está ahí como recurso para echarte una mano.
Razones por los que la terapia puede ayudar
Es interesante que analicemos las diferentes razones por las cuales la terapia es un buen recurso para cualquier persona en momentos puntuales de su vida, que no tienen que implicar necesariamente tristeza o ansiedad. ¡Vamos con ello!
Alivia el sufrimiento proporcionando unas nuevas gafas para mirar el mundo
La terapia te enseña estrategias para reducir tu malestar y angustia. Además, no sólo alivia tus síntomas, sino que ayuda a entender cómo han llegado a tu vida y por qué se mantienen.
Por ejemplo, no solo te puede ayudar a reducir tu ansiedad sino a entender por qué ha llegado la ansiedad en este momento de tu vida, de esta manera puedes ver con un nuevo enfoque lo que te pasa.
Protege tu salud emocional para que puedas entender mejor tus emociones
El proceso terapéutico es un buen recurso para mejorar tu inteligencia emocional.
Profundiza en tus miedos y emociones reprimidas para sacarlas a la luz y empezar a expresarlas, de esta manera ya no serán un problema.
Por ejemplo, si tienes miedo a estar solo, te puede ayudar compartir ese miedo, para empezar a manejarlo de otra manera con la ayuda del psicólogo.
Invita a salir de tu zona conocida y cómoda lo que está tan de moda ahora salir de tu supuesta zona de confort.
Lo que ya conoces no siempre funciona.
Es por eso, que una buena terapia te puede ayudar a explorar zonas desconocidas y a manejar la incertidumbre de una forma más tranquila.
Por ejemplo, imagina que sufres por no tener amigos pero no haces nada para remediarlo.
Aprender a abrirte y expresarte en terapia te va a ser muy útil, para luego realizar nuevas actividades que te permitan conocer gente nueva.
Ayuda a alejarte de los problemas y verlos con mayor perspectiva
Cuando estamos tan inmersos en nuestros problemas muchas veces es difícil encontrarles una solución.
En este sentido el psicólogo puede ayudarte a ampliar tu abanico de opciones e incluso a entender por qué, siendo algunas buenas desde un razonamiento lógico, despiertan en ti un rechazo.
Por ejemplo, si tienes un problema con un familiar, el ponerte en su lugar en la sesión, a través del “juego de roles” un «role-playing«, También se conoce como técnica de dramatización, simulación o juego de roles.
Consiste en que dos o más personas representen una situación o caso concreto de la vida real, actuando según el papel que se les ha asignado y de tal forma que se haga más vivido y auténtico.
Esto os recordará a las constelaciones familiares, pero también se puede realizar este juego de roles con imágenes en la que te identificas e identificas a los demás personajes de tu roll lo que te va a permitir entender mejor el conflicto.
Permite conocer mejor las diferentes partes de ti mismo
Nunca nos acabamos de conocer del todo, siempre hay partes de nosotros mismos por explorar y entender.
A veces, tenemos maneras de ser y actuar que podemos rechazar de manera consciente o inconsciente.
Por ejemplo, en un proceso de psicoterapia, puedes darte cuenta de qué partes de ti mismo no aceptas y empezar a reconciliarte con ellas.
Aclara la mente y te permite ver lo que es importante en tu vida.
A menudo, nos ofuscamos tanto con lo que está mal, con lo que no funciona, que nos olvidamos de valorar lo realmente importante en nuestra vida, disfrutar de nuestro presente y de nuestros afectos y personas queridas.
Por ejemplo, puedes estar tan metido en el trabajo que te olvides de tu relación de pareja.
La terapia te ayuda a relativizar tus problemas y dar valor a lo importante.
Favorece el autoconocimiento y una actitud compasiva
Entrar en un proceso de autoconocimiento nos va a permitir tomar consciencia de muchos pensamientos, emociones y actitudes de las cuales no éramos conscientes.
Por ejemplo, a veces, nos tratamos mal y no nos damos cuenta, la terapia te ayuda a: fomentar la autocompasión, que puedas tener más paciencia y ser más comprensivo contigo mismo.
Refuerza tu salud mental previniendo posibles bajones emocionales
La terapia es un buen recurso para fortalecer tu autoestima y recuperar esa sintonía con nuestro interior que solemos perder en la vorágine del estrés diario .
Por otro lado, tú ya tienes muchas herramientas para enfrentarte a los problemas, la terapia solo va a ayudarte a que tomes consciencia de ellas y a que selecciones la más adecuada para cada momento.
Recuerda que tú eres quién elige el destino y el que tienen el timón para llevar el barco; en este sentido puedes aprender a mantenerlo a flote o navegar disfrutando del proceso.
No tengas miedo de pedir ayuda, no es algo que te haga más débil. Todo lo contrario.
Nunca es tarde para descubrir los beneficios de la terapia y empezar a disfrutar del día a día sin tantos agobios ni dolores de cabeza.
La terapia va bien a todo el mundo porque somos humanos, pasamos por baches en la vida y no tenemos por qué saberlos resolver solos.
Compartir tu malestar y beneficiarte de un tratamiento psicológico puede ser una gran decisión, a la larga tu salud mental te lo agradecerá.
Creo que casi todos necesitamos crear un espacio donde reencontrarnos, y que nos cuesta en general darnos el permiso para hablarnos y para hablar con alguien que nos acompañe y que nos escuche…
Y así vamos viviendo como podemos, haciéndonos los fuertes, quizá muy confundidos, en un entorno donde muchos, por no decir casi todos, tenemos algo importante que revisar.
Porque siempre, continuamente, hay cosas que revisar.
En relación con esto que te explico se me ocurre una pequeña fábula.
Va sobre tres personajes que creían ser algo que no eran, y que se complicaron la vida porque asumieron como ciertas algunas verdades que les llevaron a comportarse, como a muchos de nosotros, de una manera un tanto absurda…
La historia dice así: Éranse una vez Caperucita, su abuelita y el lobo feroz.
Un día, viendo que las cosas no iban del todo bien, que llevaban unas vidas un tanto ajetreadas y complicadas, y, sobre todo, que estaban cansados de vivir siempre el mismo cuento, decidieron ir a ver a un buen psicólogo. Al cabo de unos meses de trabajo terapéutico…
…Caperucita decidió dejar de hablar con lobos seductores, manipuladores y mentirosos que la engañaban y la hacían andar más de la cuenta por caminos largos y complicados.
…La abuelita decidió dejar de abrir la puerta a lobos que se hacían pasar por tiernas niñas, aunque peludas y con la voz ronca.
Decidió, además, dejar de vivir en una casa aislada en medio del bosque y se compró un pisito en la ciudad.
También contrató a una asistenta para que la cuidase y le hiciera la compra, a fin de evitar que su nieta tuviese que llevarle provisiones atravesando un bosque lleno de lobos mentirosos y peligrosos. Porque la abuelita, gracias a la buena fe de su hija y su nieta, había ido ahorrando con el tiempo dinero de sobras para pagarse el pisito y la asistenta.
…Y el lobo feroz decidió dejar de disfrazarse de abuelita y de meterse en camas ajenas para cazar. Vio que era más fácil cazar conejos en el bosque que complicarse la vida engañando a niñas y abuelas usando disfraces… Es decir, decidió ser un lobo de verdad, un lobo auténtico.
Y colorín colorado, el cuento se ha acabado…¡Definitivamente!
Para descanso y felicidad de sus tres protagonistas.
Moraleja: quizá para empezar a ser felices de verdad lo que toca es empezar a ser sinceros con nosotros mismos para vernos tal cual somos, pedir ayuda si la necesitamos y, en definitiva…
¡Dejarnos de cuentos!
P. D. Marcel Proust dijo en cierta ocasión: «Nada ha cambiado, sólo yo he cambiado; por lo tanto, todo ha cambiado».
Creo que no hay mejor inversión que aquella que recae en nosotros mismos y que tiene como propósito que nos reconozcamos como responsables de nuestras vidas en lugar de como víctimas de las circunstancias.
Texto readaptado de La Brújula Interior de Alex Rovira