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EL SENTIDO DE LA VIDA

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EL SENTIDO DE LA VIDA

Cada persona desea y necesita encontrar, por lo menos, sentido a su propia vida individual, de modo que pueda hallar formas de ser y vivir que sean ricas, potentes y auténticas;

En términos de desarrollo humano, se atraviesan etapas, y la culminación exitosa de una etapa permite desplazarse hacia la siguiente,

 Lo que la vida de cada cual llega a ser depende en gran medida del guion que consciente o inconscientemente se adopte.

 Aunque nos cueste, debemos pensar en nosotros mismos y no permitir que vulneren nuestros derechos y deseos

Suele decirse aquello de que…. en la vida solo se tienen dos opciones: ser héroe o ser víctima

Conviértete en héroe de tu propia vida.   Pierde el miedo

Y sobre todo, un héroe no nace, se hace.

En la película Brave de Walt Disney dice

“Nuestro destino vive en nosotros.

Sólo debes ser lo suficientemente valiente para verlo”.

Si eres víctima o héroe. Depende de ti

El sentido de la vida según Viktor Frankl está en hallar un propósito, en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el propio ser humano.

Así, teniendo claro un «por qué» podremos hacer frente a todos los «cómo»; solo sintiéndonos libres y seguros del objetivo que nos motiva, seremos capaces de generar cambios para crear una realidad mucho más noble.

Lo sabemos, todos tenemos claro que no hay pregunta tan complicada como intentar definir qué es para nosotros eso a lo que llamamos «sentido de la vida».

Tal cuestión abarca a veces matices filosóficos, trascendentales e incluso morales, de ahí que muy a menudo nos quedemos en las clásicas etiquetas de siempre, a saber «ser feliz y hacer felices a los demás», «sentirnos satisfechos», «hacer el bien», etc.

-Viktor Frankl-Escrbió

“El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las más terribles circunstancias de tensión psíquica y física”

Sin embargo, son muchos los que al intentar dar respuesta a esta pregunta experimentan un profundo vacío existencial.

¿Qué es para mí el sentido de la vida si lo único que hago es trabajar, si todos mis días son iguales y si en realidad no le encuentro sentido a nada de lo que me rodea?

Ante esta situación tan común, el célebre neurólogo, psiquiatra y fundador de la logoterapia, Viktor Frankl, solía dar una respuesta bastante acertada que debe invitarnos a una adecuada reflexión.

El ser humano no tiene la obligación de definir el sentido de la vida en términos universales.

Cada uno de nosotros lo haremos a nuestra manera, partiendo de nosotros mismos, desde nuestro potencial y experiencias, descubriéndonos en nuestro día a día.

Es más, el sentido de la vida no solo difiere de una persona y otra, sino que nosotros mismos tendremos un propósito vital en cada etapa de nuestra existencia.

Lo importante es que cada objetivo nos confiera satisfacción y aliento para levantarnos por las mañanas y luchar por aquello que deseamos.

¿Has perdido el rumbo de tu vida y no le ves sentido a nada?

Hay una serie de señales que indican que podrías estar luchando por ver el sentido de tu vida. A veces puedes pensar “¿cuál es el punto de todo?”, pero en otros casos, estos sentimientos pueden ser menos obvios:

Puedes sentirte que nada de lo que haces importa.

Es posible que hayas dejado de preocuparte por el resultado de los eventos.

Las cosas que solían traerte alegría pueden sonar huecas o parecer vacías.

Puede sentir una sensación de desesperanza.

Puede sentir que ninguno de sus esfuerzos te ayudará a alcanzar tus metas y aspiraciones.

Hay muchas razones diferentes por las que puedes sentir que tu vida no tiene sentido:

Estás pasando por un momento estresante o difícil que te hace cuestionar el significado de todo lo que haces.

No te sientes satisfecho en tu trabajo, relaciones o entretenimientos.

Puede parecer que tus logros realmente no importan o no tienen mucho impacto.

Te sientes inseguro acerca de lo que deberías hacer con tu vida.

Tienes dificultades para establecer metas porque no está seguro de lo que realmente quieres.

Es probable que tengas un trastorno del estado de ánimo, como trastorno depresivo mayor, distimia o  trastorno bipolar.

El sentido de la vida para Viktor Frankl

Viktor Frankl publicó en 1945 «El hombre en busca de sentido», un libro que inspiró a millones de personas a asumir una actitud muy firme: la actitud de sí a la vida.

Frankl, como ya sabemos, vivió en piel propia los horrores del holocausto al ser un prisionero más en Auschwitz y Dachau, una experiencia que superó de forma estoica y que le permitió posteriormente asentar las bases de un tipo de terapia muy personal, esa a la que conocemos como logoterapia.

Asimismo, algo que tuvo muy claro tras sobrevivir a aquellos años y a la pérdida de su familia es que su propósito personal en este mundo no iba a ser otro más que el de ayudar a los demás a encontrar su propio sentido de la vida, a elegir su camino.

Por otro lado, tal y como explicó en sus trabajos, dicho objetivo lo llevaba a cabo partiendo desde tres puntos muy concretos:

trabajar día a día con motivación,

vivir desde la esfera del amor

 y tener coraje en cada momento para hacer frente a la adversidad.

Como principio de la logoteria, Frankl propuso que es posible darle sentido a la existencia a través de la consecución de tres tipos de valores, a saber:

valores de creación, valores de experiencia, valores de actitud.

Los valores de creación están relacionados con aquello que hacemos, la intensidad con la que nos entregamos a una tarea y el compromiso personal que ponemos en ella y su realización.

Los valores de experiencia son aquellas emociones, vivencias y momentos significativos que recibimos a partir de nuestra interacción con el mundo y con otros seres humanos.

Por último,  los valores de actitud son posturas sobre la vida que se desarrollan frente a la posibilidad de enfrentar adversidades, son la maduración de nuestra capacidad de lidiar con el sufrimiento y sobreponernos a él.

En una investigación realizada por la Universidad del Norte (Colombia) se emplea la logoterapia o también denominada Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia para el estudio de un caso clínico.

Se resaltan las tres dimensiones antropológicas básicas que propone Viktor Frankl y que hacen de esta escuela una manera de intervención basada en el sentido.

La primera de ellas es la biológica o somática, constituida por lo corporal.

La segunda, la psíquica, está compuesta por las características psicodinámicas del ser humano.

Y la tercera y última, la espiritual, que trasciende a las anteriores.

Veamos a continuación qué dimensiones serían las que cada uno de nosotros deberíamos trabajar para hallar nuestros propios objetivos vitales.

Vivir con decisión

Todos lo hemos visto alguna vez. Hay personas que aún en las circunstancias más complejas se mantienen firmes, positivas y motivadas por muy oscura que sea su realidad.

¿Cómo lo hacen? ¿De qué material están hechas sus células, su corazón o sus arterias?

En realidad, todos compartimos unas mismas estructuras biológicas, pero lo que nos diferencia de esas personas es su decisión.

Estar decididos a lograr algo, a superar cualquier obstáculo y a luchar por aquello que deseamos en cada momento, por pequeño que sea, nos ayudará a tener claro nuestros propósitos vitales en cada etapa de nuestra vida.

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.

-Viktor Frankl-

Aunque sufras, ten claro un propósito: hallarás fuerzas

Viktor Frankl explicaba en su libro “El hombre en busca de sentido” que no hay nada peor que percibir que nuestro sufrimiento no sirve de nada, que el dolor no es más que el eco de la desesperanza.

Ahora bien, si somos capaces de encontrar un propósito, el sufrimiento no solo podrá soportarse, sino que se convertirá en todo un desafío.

De este modo, y antes de caer en las rendiciones y de ver en el dolor un sinsentido, aunemos fortalezas para ver en él una finalidad, un propósito vital con el que alimentar la motivación, la resistencia…

Cambia tu actitud para hallar un sentido de la vida más elevado

A veces la vida no es justa. En ocasiones nos esforzamos hasta la extenuación, invertimos tiempo, energía, emociones y un pedazo de nuestro propio corazón… y sin embargo, el destino nos trae un irónico revés y todo esfuerzo, todo sueño queda desintegrado.

Venirse abajo en estos casos es más que lógico y comprensible. Ahora bien, cuando esto ocurra tenemos dos opciones.

La primera, asumir que no podemos cambiar lo que nos ocurre, que somos prisioneros de las circunstancias y que no hay nada que hacer.

La segunda opción (y la recomendable) es aceptar que, efectivamente, no podemos cambiar lo que nos ha ocurrido, pero sí podemos cambiar nuestra actitud hacia dichas circunstancias.

Por tanto, debemos ser capaces de aplicar una actitud más fuerte, resiliente y positiva para poder así hallar un sentido de la vida más esperanzador, más elevado.

El sentido de la vida no se pregunta, se siente

Todas las respuestas ante nuestras dudas vitales no están en el exterior.

Los libros no nos explicarán cuál es nuestro propio sentido de la vida, ni tampoco nuestra familia o amigos tienen derecho a alguno a dictarnos nuestros propósitos.

En realidad, todas nuestras necesidades, pasiones y objetivos existenciales están en nuestro interior, y lo que es más interesante aún, irán cambiando con el tiempo a medida que maduremos, que crezcamos como seres humanos.

Así, nada es tan importante como asumir nuestra propia libertad y responsabilidad personal para definir nuestras metas, esas que haremos nuestras aún en las peores circunstancias.

Como explicaba el propio Viktor Frankl, cada día y en cada momento tenemos la oportunidad de tomar una decisión, una decisión que determinará:

Si quedar sujetos a las propias circunstancias, como un juguete en manos del destino, o actuar con auténtica dignidad, escuchando a nuestro verdadero yo.

Pensemos en esto último, trabajemos en nuestra libertad personal con valentía, con decisión.

Así, teniendo claro un «por qué» podremos hacer frente a todos los «cómo»; solo sintiéndonos libres y seguros del objetivo que nos motiva, seremos capaces de generar cambios para crear una realidad mucho más noble.

Algo que comentan muchos filósofos y también algún que otro psicólogo especializado, sobre todo en logoterapia, es que resulta muy complicado hallar nuestros propósitos personales en medio de la cultura que nos rodea.

Recibimos tantos estímulos de tantas fuentes y en un mismo momento, que resulta muy complicado poner filtros a toda esta intoxicación para poder escuchar nuestra propia voz, el rumor de nuestro auténtico ser.

Ver, pensar y hablar con calma: la teoría de Nietzsche para hallar el sentido de la vida

A veces, tenemos la clara sensación de ser como una hoja llevada por el curso de un río.

Apenas tenemos tiempo de deleitarnos de aquello que nos envuelve.

No podemos permitirnos que la brisa del viento nos eleve unos segundos para tener una mejor perspectiva de lo que nos rodea, ilusiona o atemoriza. Incluso de lo irrelevante.

Nuestra cultura, nuestra educación e incluso la propia sociedad incentivan a aquellos que nos hacen prisioneros, nuestros propios hábitos.

Algunos hasta nos hemos vuelto adictos de las recompensas inmediatas, a los placeres fugaces…

Queremos de todo y al mismo tiempo nos sentimos vacíos, queremos ser únicos y especiales, pero al mismo tiempo anhelamos los rasgos o las pertenencias que vemos en la persona a la que miramos.

Complicado hallar el sentido de la vida en medio de esta dinámica irreflexiva y al mismo tiempo insatisfactoria.

Así, y como curiosidad, cabe recordar lo que Friedrich Nietzsche nos dijo al respecto de este problema: para encontrar la meta de nuestra existencia debemos ser capaces de ver, pensar y hablar con calma.

Son los tres principios que el filósofo definió como aquello que erige a la cultura aristocrática.

La cultura aristocrática o la necesidad de educar a través de la calma y la paciencia

En el “Crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche explicaba que todo educador debía tener una meta en su labor: sentar las bases de la llamada cultura aristocrática.

Ahora bien, lejos de relacionar este ideal o propósito con las clases más elevadas, lo que buscaba el célebre filósofo alemán era capacitar a todas las nuevas generaciones en un modo de pensar más refinado y exigente.

Lograr que cada persona hiciera de su vida una auténtica obra de arte.

Para ello recomendaba a los educadores que focalizaran su labor en tres ejes muy concretos:

Aprender a ver lo que nos rodea de forma pausada, sin anticiparse. Al menos, no hacerlo antes de mirar.

Aprender a hablar y a escribir del mismo modo. Si habituamos al ojo a que aprenda a mirar con calma, también nuestra mano y nuestra comunicación debe proceder de igual forma, con calma y sentido.

El tercer pilar de la educación sería evitar que las personas reaccionen por mero instinto. Para ello, debemos ser capaces de pensar con equilibrio y sobre todo con juicio.

Así, todos aquellos que integren estas capacidades en su ser, quien logre ver, mirar y hablar con calma y paciencia, tarde o temprano hallará el sentido de la vida, el que más le defina, el que mejor se ajuste a su identidad.

El sentido de la vida, una búsqueda que no requiere gastar la suela de nuestros zapatos

Para encontrar el sentido de la vida no hay que viajar al Tíbet. No hay que dar la vuelta al mundo con una mochila a la espalda y haciendo auto-stop.

Ganaremos en experiencias, no hay duda, pero lo más probable es que no demos con las respuestas que necesitamos.

Como decía Hakuin, un poeta japonés del siglo XII, y uno de los más impotante exponentes del bidismo Zen decía:

cuando uno no sabe dónde está la verdad, comete el error de ir a buscarla lo más lejos posible. Cuando en realidad, el secreto a todas sus dudas se halla en su propio interior.

Por tanto, no necesitamos desgastar las suelas de nuestros zapatos para tener un sentido de la vida propio. Se trata solo de crear un espacio mental donde favorecer la auto-reflexión.

¿Cómo lograrlo entonces? Las siguientes claves pueden ayudarnos.

Baja el ritmo.

Haz una lista de lo que es prioritario en tu vida y lo que no, de aquello que te hace sentir bien y de lo que te arrebata la calma. Higieniza espacios vitales.

Dedícate más tiempo, busca espacios a lo largo del día donde estar en calma y en silencio.

Recupera tu capacidad de asombro.

Sé esa persona que puede permitirse mirar las estrellas en la noche, apreciar los matices inusuales en medio de las ciudades, la magia escondida en nuestra cotidianidad.

Toma conciencia de esas cosas que te confieren alegría, que te hacen sentir bien y te inspiran curiosidad, porque es ahí donde se esconde lo que te da sentido, lo que te define…

Para concluir señalar solo que nuestros propósitos vitales suelen cambiar en diversas ocasiones a lo largo de nuestra existencia.

Es algo normal y hasta deseable, porque responde a nuestro propio movimiento, a ese crecimiento humano donde a medida que vamos consiguiendo y descubriendo cosas, alimentamos nuevas aspiraciones, nuevas metas.

Albert Camus decía que juzgar si la vida vale o no la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía:

¿qué sentido tiene nuestra existencia?

Cuento ZEN Belleza para vivir

Una mañana llegó a las puertas de la ciudad un mercader árabe y allí se encontró con un pordiosero medio muerto de hambre.

Sintió pena por él y le socorrió dándole dos monedas de cobre.

Horas más tarde, los dos hombres volvieron a coincidir cerca del mercado:

– “¿Qué has hecho con las monedas que te he dado?”, preguntó el mercader.

– “Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir; con la otra me he comprado una rosa, para tener por qué vivir…”

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