Psicología del perdón
Perdonar y perdonarse a sí mismo
“El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”
-Mahatma Gandhi-
El perdón hace referencia a todo un acto de valentía por el que las personas dejamos a un lado ese rencor que carcome y del que somos cautivos para aceptar lo sucedido y permitirnos avanzar.
Es también una reestructuración del “yo”, un camino psicológico donde reparar daños y emociones negativas para hallar poco a poco y día a día la paz interior.
De hecho, y esto es conveniente recordarlo, muchos de nosotros podemos tener alguna que otra espina clavada,
una cuenta pendiente con algún hecho de nuestro pasado que merme nuestra felicidad actual,
que reste potencial a nuestra capacidad para construir un presente mucho más satisfactorio.
Todos, de algún modo, guardamos nuestra pequeña cuota de rencor hacia algo o alguien que sería necesario empezar a sanar…
La mejor forma de ahondar en esta área de la psicología es diferenciando qué es el perdón y qué no lo es.
Perdonar, en primer lugar, no significa decirnos que lo que ocurrió en un momento dado estuvo bien si no lo estuvo.
Tampoco significa “aceptar” ni reconciliarnos con la persona que nos hizo daño; aún menos obligarnos a sentir cercanía o piedad hacia ella.
La psicología del perdón, en realidad, nos ofrece las adecuadas estrategias para que seamos capaces de dar los siguientes pasos:
Asumir que las cosas sucedieron de ese modo en concreto.
Nada de lo que ocurrido en ese instante puntual de nuestro pasado puede cambiarse.
Por tanto, debemos dejar de elucubrar, de perder energía, ánimo y salud al imaginar cómo podrían haber sido las cosas en caso de haber actuado de otro modo, en caso de que hubiéramos hecho esto en lugar de lo de más allá.
Perdonar es aprender a “dejar ir” para reinventar un nuevo “yo” que asume el pasado pero que se ve con fuerzas para aprovechar el presente.
La psicología del perdón nos dice a su vez que no estamos obligados a entender ni a aceptar los valores o pensamientos de quien nos hizo daño.
Perdonar no es ofrecer clemencia ni buscar justificaciones a lo que sufrimos.
De hecho…….Jamás debemos renunciar a nuestra dignidad.
Se trata más bien de facilitar el duelo del resentimiento, de ir quitándole capas a la rabia, intensidad a la desesperación y ese bloqueo que nos impide respirar…
Para ello, es necesario que dejemos de odiar a quien nos hizo daño.
Por otro lado, hay un aspecto importante que solemos olvidar.
El perdón es la piedra angular de cualquier relación, ya sea de pareja, de amistad, etc.
Recordemos que no todo el mundo ve las cosas del mismo modo que nosotros; de hecho, hay tantas percepciones, enfoques y opiniones como días hay a lo largo del año.
A veces, asumimos ciertas actuaciones como afrentas o actos de desprecio cuando lo que hay detrás es un simple desacuerdo o un malentendido.
Así, y con el fin dejar de ver traiciones donde no las hay, debemos ser capaces de ampliar nuestro sentido de comprensión y nuestra capacidad de perdón.
No todo el mundo lo logra, no todos somos capaces de dar el paso para ofrecer el perdón.
La razón de ello reside en la creencia de que perdonar es una forma de debilidad.
Es un error.
Una de las mejores ideas que nos regala la psicología del perdón es que hacerlo, dar el paso, además de permitirnos avanzar con más libertad en nuestro presente, nos da la oportunidad de integrar en nuestro ser nuevas valías y estrategias para hacer frente a cualquier fuente de estrés y ansiedad.
Porque perdonar y reciclar resentimientos en libertades es todo un acto de valentía y fortaleza.
La mejor de todas ellas es que ganaremos en salud.
Son muchos los estudios que demuestran la estrecha relación entre el perdón y la reducción de la ansiedad, la depresión y otros trastornos que merman por completo nuestra calidad de vida.
La persona que día a tras día permanece atrapada en el ciclo del recuerdo, en la carcoma del resentimiento y en ese odio persistente hacia el ayer concentrado en un hecho en concreto o en una persona determinada, lo que desarrolla además de infelicidad es un estrés crónico.
Nadie merece vivir de este modo.
Porque no hay emoción más tóxica que la ira combinada con el odio…
Pongamos por tanto en práctica alguna de las siguientes estrategias para facilitar el camino del perdón:
Perdonar no es olvidar, es aprender a pensar mejor entendiendo que no estamos obligados a facilitar una reconciliación, sino a aceptar lo sucedido sin sentirnos “débiles” por dar ese paso.
Perdonar es liberarnos de muchas cargas que no merecemos llevar de por vida.
Odiar nos quita la energía, los ánimos y la esperanza. Debemos por tanto aprender a perdonar para sobrevivir, para vivir con mayor dignidad.
Debemos entender a su vez que el tiempo por sí mismo no ayuda.
Dejar pasar los días, los meses y los años no hará que dejemos de odiar o que nos olvidemos de lo sucedido. No dejemos para mañana la molestia que sentimos hoy.
El perdón es un proceso.
Esto es algo que también debemos entender.
Tal vez nunca podamos perdonar por completo a la otra persona, pero sí podemos descargar una buena parte de todo ese resentimiento para poder “respirar” un poco mejor…
Pedir perdón
Todos cometemos errores, metemos la pata y nos equivocamos. Habitualmente cuando esto sucede nos damos cuenta rápidamente: igual que hacemos o decimos también contamos con un mecanismo de evaluación que ponemos en marcha casi de manera automática y que nos insta a pedir perdón.
A veces, nuestros fallos perjudican o van en contra de las personas que queremos, por contradictorio que pueda parecer.
Quién no ha herido alguna vez con un comentario fuera de tono, con una acusación infundada, ha juzgado a alguien sin el tener menor derecho a hacerlo o ha pagado un enfado consigo mismo con la primera persona que ha encontrado.
Cuando esto pasa y nos damos cuenta, solemos afrontar la tarea de pedir perdón o disculpas. Algo que desde fuera parece tan sencillo a menudo se convierte en un proceso complicado: podemos pensar que pidiendo perdón estamos reconociendo no solamente nuestro fallo sino también mostrando nuestra debilidad.
También puede suceder que la persona que ha recibido el daño nos haya dañado a nosotros antes y no se haya disculpado ¿Por qué deberíamos de hacer ese esfuerzo si la otra persona no lo ha hecho?
Existe un anónimo que dice:
«Pedir perdón no siempre significa que estamos equivocados y que el otro está en lo cierto. Simplemente significa que valoramos una relación mucho más que a nuestro ego»
Otras veces son las propias circunstancias, simplemente no volvemos a coincidir con la persona a la que hemos dañado; en ocasiones la vergüenza también actúa como barrera limitante.
También un motivo que se puede unir a los anteriores es que no sepamos cómo hacerlo.
Así, una buena disculpa tiene tres partes
Si quieres aprender a pedir perdón de la manera correcta, debes saber que hacerlo bien consta de 3 partes que no se pueden suprimir.
Cada una de ellas tiene su importancia.
1. Lo siento
Cuando pides disculpas le dices a la otra persona que haberla herido de alguna forma te ha hecho daño a ti también, que no es lo que querías que pasara y que si pudieras volver atrás lo harías de otra forma.
Con esta parte, de alguna manera abres el canal empático con la otra persona y preparas un canal de diálogo en el que los principales protagonistas sean los sentimientos.
Si consigues esto, vas a poder acceder a lo más profundo de la herida que has causado y curarla desde lo más profundo
2. Me he equivocado
Cuando pides disculpas asumes la responsabilidad de lo que ha pasado. Asumes que has sido tú y no otra persona la que carga con la responsabilidad de lo que ha pasado.
Esta parte, refleja la madurez de la persona que se disculpa y a la persona que la recibe le trasmite confianza.
3. ¿Cómo hago para corregirlo?
A veces el daño que hemos hecho no se puede reparar de manera inmediata pero otras veces sí y muchas veces no sabemos cómo hacerlo.
Restituir voluntariamente a la persona dañada o mostrar la voluntad de hacerlo le mostrará que le damos toda la importancia que merece.
Muchas veces sólo es tiempo, la persona dañada necesita saber que la disculpa que estamos haciendo no es un mero trámite o una manera de echar tierra sobre el asunto y considerarlo cuanto antes agua pasada.
¿Cuál de estas 3 partes es la que más te cuesta?
«… no hay peor falacia que pedir perdón por el pasado cuando se actúa con parecida soberbia o ceguera en el presente»
-Eduardo Muñoz Molina-
Si tu perdón contiene estas tres partes tendrás muchas más posibilidades de que sea efectivo y de que la persona que lo recibe entienda y se se sienta reconfortada por lo que quieres trasmitir.
En ocasiones, las palabras las lanzamos porque hemos aprendido a decirlas así.
«Te quiero», «lo siento», son algunas de las más utilizadas y que terminan perdiendo su sentido.
Pedir perdón de la manera adecuada le hará saber a la persona a la que va dirigida que en verdad lo sentimos, que se lo decimos de corazón y de que estamos dispuestos a no volver a hacer lo mismo.
No tengas miedo
Que no te de miedo pedir perdón.
Se trata de un proceso curativo con uno mismo y con los demás.
Pedir perdón no es síntoma de ser débiles ni de ser menos que nadie.
Al contrario, el acto de pedir perdón demuestra valentía.
Cuando pedimos perdón tenemos miedo porque pensamos que algo hemos hecho mal, por lo que podemos interpretarlo como que somos imperfectos.
Una frase mental que recorre nuestras mentes, consciente o inconscientemente, puede ser la siguiente:
«si pido perdón es que me he equivocado, y si me he equivocado es porque he cometido un error, y si cometo un error es que soy imperfecto».
La tolerancia al error es baja porque muchos lo interpretan como un sinónimo de escasa valía personal.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
Admitir un error y pedir perdón es la mejor forma de crecer y evolucionar.
Cómo perdonarse a uno mismo y superar el pasado
Conocemos la importancia de saber perdonar a los demás, pero ¿qué pasa si necesitamos perdonarnos a nosotros mismos?
No obstante, muchas veces puede resultar más sencillo perdonar a otros que perdonarse a uno mismo,
¿por qué ocurre esto? ¿Por qué en ocasiones somos inflexibles para juzgar nuestros propios actos?
La importancia de perdonarse a uno mismo
Ser capaces de perdonar nuestros errores, de asumirlos como una parte inherente, y necesaria para que se produzca la evolución, es fundamental para nuestro autoconcepto y nuestro crecimiento personal.
Para perdonarse a uno mismo y superar el pasado se necesita aplicar una delicada artesanía psicoemocional.
No es bueno vivir con esa angustia permanente, con esa pesadumbre interior que no nos deja avanzar.
Podemos y debemos desarrollar adecuados recursos para manejar esa realidad psicológica. Lo analizamos.
Junto a la culpa se le añade con frecuencia la emoción de la vergüenza.
Es muy difícil separar la una de la otra y, por eso, a la hora de afrontar nuestro pasado, debemos saber manejar estas dos dimensiones.
Razones por las que nos cuesta perdonarnos
Si bien todos hemos sentido alguna vez la culpa y nos ha costado superarla, a priori parece sencillo perdonarse a uno mismo.
Sin embargo, y puesto que la experiencia desmiente esta afirmación, es útil pararse a analizar los factores que propician este callejón sin salida:
El error cometido ha tenido consecuencias intensamente negativas, como la pérdida de una pareja o una amistad o ser despedido de un trabajo.
El ego de la persona que comete el error no le permite cometer errores y, al ser estos inevitables, se crea un escenario mental irresoluble.
Agentes externos que favorecen el ciclo de la culpabilidad, ya sea recordándola constantemente o, por ejemplo, magnificando las consecuencias del fallo.
Claves para perdonarse a uno mismo
Desde niños nos han enseñado la importancia de no odiar y ser capaces de perdonar a los demás. Y, en efecto, lo aprendemos.
Tarde o temprano tomamos conciencia de que dejar de proyectar en otros el desprecio o el rencor sana, alivia y nos permite avanzar en todos los sentidos.
Ahora bien, algo que nadie nos ha dicho nunca es que también es necesario saber perdonarse a uno mismo.
¿Y por qué deberíamos hacerlo?
Pensarán muchos. La respuesta es sencilla: por salud mental.
Todos en algún momento podemos cometer errores que lamentamos, fracasar, herir a otros con nuestras decisiones y también derivar en situaciones de las que nos arrepentimos más tarde.
Cometer errores es humano, pero culpabilizarnos de manera constante por ello es insano.
Así, comprender cómo perdonarse a uno mismo y superar el pasado es una de las mejores herramientas para prevenir este trastorno del estado de ánimo. Lo analizamos…
Aceptación y responsabilidad: eres dueño de ti mismo, tanto para errar como para sanar
A la hora de superar un ayer traumático y que arrastramos como una losa, hay que tener presente un aspecto.
Lo sucedido fue malo, pero no sabías lo que iba a suceder y no disponías tampoco de la experiencia que tienes ahora.
Por tanto, es decisivo entender que todos tenemos pleno derecho a errar, pero también tenemos la obligación de curar la herida.
Deja de avergonzarte por ese error o fracaso, no alimentes más el autodesprecio y la crítica.
En su lugar, procura entender lo sucedido situándolo en su correspondiente marco de referencia.
¿Qué promovió esa decisión? ¿Qué pasaba en ese instante para que actuaras de ese modo?
Todo tiene una explicación y comprenderla nos permitirá verlo desde otra perspectiva más lógica y no tan emocional.
Recordemos, la autocomprensión facilita el autoperdón.
Tu yo pasado no es el mismo que tu yo presente. No sabías lo que iba a suceder, no disponías de la perspectiva y experiencia actual. Perdona a tu versión pasada porque te permitirá dar forma a una versión más sabia y madura.
Examina tu resistencia: es momento de dejar ir el pasado
A la hora de perdonarse a uno mismo y superar el pasado es necesario tomar consciencia de nuestras resistencias.
Todos tenemos obstáculos mentales que nos impiden avanzar, que actúan como anclas y losas psicológicas.
Por ejemplo, hay quien no deja de alimentar la culpa día tras día. En cambio, otros pueden llegar a caer en conductas adictivas.
Hacer un inventario de esos pensamientos, emociones y conductas que nos impiden pasar página es también algo prioritario.
Abraza tu fragilidad y aprende de la experiencia
Tienes derecho a fracasar, a cometer pequeños y grandes errores. En esta existencia, como parte de tu humanidad, se te permite ser falible y vulnerable, puedes incluso mostrar al mundo tu peor versión y después arrepentirte de ello.
Vivir es cambiar, ir de lo peor a lo mejor, explotar con inteligencia virtudes y defectos, pero sobre todo si se te permite esto es para darte oportunidades de aprendizaje. Aprovéchalas.
Tu pasado contribuye a perfilar la persona que eres hoy.
Cada muesca, grieta y pequeño golpe trazan una inusitada belleza que debes apreciar. No eres perfecto, así que empieza a perdonarte aceptando cada matiz de tu experiencia pasada y presente.
A la hora de perdonarse a uno mismo y superar el pasado busca una compensación
Todo ejercicio de perdón requiere un ejercicio de compensación.
¿A qué nos referimos con este término?
Es sencillo de entender. Si crees que tu conducta causó dolor a alguien y te sientes culpable por ello, no arrastres más ese sufrimiento y pide perdón.
Asimismo, si arrastras contigo la bruma del rencor y el arrepentimiento, piensa en acciones que te permitan obtener una sensación de reparación.
Demuéstrate que has aprendido de la experiencia y que puedes superarte.
¿…Y QUE TAL SI ME PERDONO y PERDONO?
ME PERDONO
… Me he sentado a tomar un café conmigo mismo y descubrí que ya estuvo bien de ser tan duro conmigo mismo y que debería probar, simplemente, perdonarme…
… Me perdono por dejarme en último lugar infinidad de veces,
me perdono por hacerme pedazos para completar a otros,
me perdono por no tener tiempo para mí,
me perdono por no hacerme caso y tropezar con el mismo obstáculo una y mil veces,
me perdono por posponer mi salud y no tomarla como una prioridad,
me perdono por haber hablado de más,
me perdono por haberme callado,
me perdono por confundir resignación con tolerancia,
me perdono por mentirme,
me perdono por no verme al espejo más a menudo ,
me perdono por no ser más amable conmigo mismo,
me perdono por no tenerme paciencia ni tener constancia,
me perdono por ser tan rudo cuando se trata de mí,
me perdono no encajar en un molde,
me perdono por no permitirme muchas cosas,
me perdono por no disfrutar de otras tantas,
me perdono por no valorar los momentos que valen la pena y darme cuenta muy tarde…
… a mi mismo, me dije, debemos aprender a soltar, a dejar ir, a perdonar…
Debemos hacer frente común contra el mundo que no está en nuestra contra, simplemente es el mundo y la gente es gente, con lo bueno y con lo malo, a veces solo estamos parados en el camino equivocado con alguien que viene a todo pulmón y nos arrasa sin miramientos…
No hay explicaciones ni justificaciones…
Es así, sucede…
… Mi mismo, sabes, necesito tu achuchon, tu abrazo, tu complicidad, he aquí el trato…
… Menos reproches y más amor…
… Menos revivir el momento que no me hizo feliz y más perdón…
¿Y si me perdono? Ampliamente y de verdad, sin echarme en cara después mi errores, sin pensar en un problema toda la noche, sin sentir una angustia con un mal recuerdo cruzándose en la mente…
…¿Y si me perdono mis errores y pasado?
Si, me perdono, si me acepto y me corrijo, si me acomodo las piezas si me reseteo la memoria y el corazón… ¡Sí me perdono!
El perdón es la regla de oro a través de la cual llegamos a conectar con nuestro ser.
Es lo único que de verdad alivia y que de verdad sana. Muchas enfermedades mortales tienen que ver con el resentimiento, con la culpa.
El perdón genera una sensación de absoluta libertad, porque nos permite desprendernos de esos sentimientos.
Todas las enfermedades del aparato digestivo, tienen mucho que ver con la actitud de soltar, de desprendernos de las cosas, y no lo sabemos hacer.
La verdadera posibilidad de redescubrirnos en términos de absoluta libertad, vienen a través del perdón.
Como vemos el campo de la psicología del perdón es muy amplio y tiene a su vez una relación muy estrecha con el área de la salud y el bienestar.
Es una disciplina que nos ofrece a su vez fabulosas estrategias que aplicar en cualquier ámbito de nuestra vida, de nuestro trabajo y relaciones cotidianas.
Perdonar es por tanto una de las mejores capacidades y virtudes que desarrollar como seres humanos.
Perdonar implica entender, no justificar
Saber perdonar de forma equilibrada va a aumentar nuestro bienestar, ya que vamos a tener en cuenta nuestros derechos y los de los demás……
Para concluir,
REFLEXIÓN SOBRE EL PERDÓN”
A veces pienso en los años que he vivido, en todas las personas que han cruzado mi camino, y en los rencores que alguna vez guardé.
La vida tiene una manera curiosa de enseñarte a dejar ir, de mostrarte que el peso del resentimiento solo te atrapa a ti, mientras que aquellos a quienes diriges tu rencor, muchas veces, ni siquiera se dan cuenta.
No sé si hay una edad específica para olvidar los rencores.
Quizás es algo que llega con la sabiduría que solo el tiempo puede traer.
Recuerdo que cuando era joven, me aferraba a cada agravio como si fuera una parte de mi identidad. Cada insulto, cada traición, cada injusticia, todo se sumaba a una lista interminable de quejas. Pero con los años, esa lista se hizo demasiado pesada para cargarla.
Con cada cana, con cada arruga, fui comprendiendo que el perdón no es para quien te ha herido, sino para ti mismo.
Es un acto de liberación, una puerta que se abre hacia la paz interior. No puedo decirte el momento exacto en que dejé de lado mis rencores, solo sé que un día, al mirar atrás, me di cuenta de que ya no estaban allí.
Ahora, en esta etapa de mi vida, me doy cuenta de que los rencores no valen la pena.
La vida es demasiado corta para vivirla atrapada en el pasado.
Prefiero llenar mis días con recuerdos felices, con el amor de mis seres queridos, con la tranquilidad de saber que hice las paces con mi propia historia.
Así que, si me preguntas a qué edad se olvidan los rencores, te diría que no es cuestión de años, sino de sabiduría.
Cuando aprendes que el perdón es un regalo que te haces a ti mismo, ahí es cuando comienzas a olvidar.
Ahí es cuando la vida se vuelve un poco más ligera, un poco más amable, y mucho más hermosa…
Desconozco su autoría.
