Como afrontar las preocupaciones
Cómo afrontar los problemas de la vida
“La felicidad no proviene de la ausencia de problemas sino de la capacidad para afrontarlos”, decía Steve Maraboli, un escritor de autoayuda estadounidense. Y es que no podemos evitar que surjan complicaciones, conflictos y problemas, pero podemos elegir qué impacto tendrán en nuestra vida.
La forma de afrontar una dificultad nos puede hacer más fuertes o, al contrario, nos puede desestabilizar por completo.
Desgraciadamente, cuando debemos afrontar un problema, a menudo recurrimos a viejas estrategias, que no siempre son las más eficaces.
De esta manera, sin darnos cuenta, respondemos siempre de la misma forma.
Preferimos repetir soluciones erróneas que intentar algo nuevo, simplemente porque nos sentimos cómodos con lo familiar y nos asusta la incertidumbre. ZONA DE CONFORT
Si recurrimos a soluciones manidas, no es extraño que cometamos viejos errores o que incluso nos sintamos atrapados en un círculo vicioso sin saber siquiera cómo hemos acabado así.
En ese punto nos hemos convertido en víctimas de lo que podríamos denominar “La paradoja de la farola”.
La paradoja de la farola
“Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: – Mi llave.
Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente allí. Este responde: – No, aquí no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro.”
Se trata de una historia que se encuentra en el libro “El arte de amargarse la vida”, de Paul Watzlawick, y de ella deriva la paradoja de la farola.
Es probable que quizás hasta te parezca una historia absurda pero lo cierto es que cada uno de nosotros somos prisioneros del “farol” que tenemos en nuestra mente.
Ese farol no es más que las soluciones que hemos puesto en práctica en el pasado y que han sido útiles.
Sin embargo, eso no significa que podamos aplicarlas en el presente con la misma eficacia. De hecho, a menudo solo sirven para limitarnos.
En realidad, ese «farol» es la forma natural en la que funciona nuestro cerebro.
Cuando nos enfrentamos a un problema, buscamos en nuestro archivo mental soluciones pasadas que hayan sido medianamente eficaces e intentamos aplicarlas.
Esto se debe a que nuestro cerebro siempre apuesta por la economía de recursos y normalmente prefiere echar mano a soluciones antiguas que buscar nuevos caminos, sobre todo porque los nuevos caminos suelen traer aparejada una cuota de incertidumbre y ansiedad.
Por tanto, normalmente preferimos no malgastar demasiado tiempo buscando alternativas y no nos preguntamos si las viejas soluciones pueden ser la respuesta, sino que simplemente las aplicamos.
El problema radica en que no encontraremos la “llave” si buscamos en el lugar incorrecto, no hallaremos la mejor solución si siempre volvemos sobre nuestros pasos.
Todos tenemos preocupaciones y problemas. Forman parte de la vida. No podemos evitarlos, pero podemos decidir cómo reaccionar.
Cuando estamos obcecados, los consejos sensatos caen en saco roto. Pero las fábulas tienen el poder de hablarle directamente a nuestro inconsciente.
Esta fábula india puedes recordarla cuando tengas problemas
“Un día, mientras un águila volaba sobre el campo, vio a un pez aflorar en la superficie del agua de un estanque.
Rápidamente se lanzó en picado y con extraordinaria destreza, logró capturar al pez. Luego volvió a levantar vuelo llevando al pez en su pico.
“Sin embargo, una banda de cuervos que había sido testigo de la escena, se precipitó sobre el águila para intentar arrebatarle su presa. Normalmente el águila no teme a los cuervos, pero eran muchos y sus graznidos eran retumbantes. A los primeros cuervos se sumaron otros.
“El águila intentaba remontar el vuelo para escapar, pero los cuervos se lo impedían. La atacaban sin tregua.
En cierto momento, el águila se dio cuenta de que todo se debía al hecho de que seguía aferrada al pescado.
Entonces abrió el pico y lo dejó caer.
“Los cuervos se precipitaron detrás del pez y el águila, finalmente, pudo remontar el vuelo.
Ahora podía volar con ligereza y libertad. Siempre más alto. Sin nada que la detuviese. En paz”.
Esta antigua fábula india hace referencia a cómo en muchas ocasiones aferrarnos obcecadamente a las cosas nos crea problemas que podríamos resolver simplemente aprendiendo a soltar y dejar ir aquello que nos está dañando u obstaculizando.
En la vida real, sin embargo, no es tan fácil darse cuenta de cuáles son los “peces” que nos impiden remontar el vuelo.
De hecho, es probable que en un primer momento muchas de esas cosas no fueran un problema, hasta que se convirtieron en una carga pesada de la que no queremos deshacernos.
La obsesión por sumar
En una sociedad donde el éxito se mide en términos de suma, la resta se subestima.
Sin embargo, muchas veces los problemas llegan precisamente por esa obsesión irracional con sumar.
Podemos obsesionarnos con sumar más cosas, más logros, más posesiones, más experiencias, más personas…
Así terminamos llevando una vida caótica, donde las cosas ocupan cada vez más nuestro espacio vital, las experiencias dejan cada vez menos espacio a la introspección y los compromisos sociales nos arrebatan la posibilidad de estar a solas con nosotros mismos.
En ese escenario, no es difícil que algunas de esas sumas se conviertan en un lastre que nos impide alzar el vuelo.
El problema, sin embargo, es que nos aferramos a ellas.
Desapegarnos: La clave para aprender a soltar y dejar ir
En realidad, se necesita mucho más coraje y fuerza para soltar y dejar ir que para aferrar.
Cuando nos aferramos a algo o a alguien, simplemente estamos siguiendo un patrón que nos han inculcado desde pequeños.
Soltar, al contrario, demanda un ejercicio de análisis más profundo y maduro en el que nos damos cuenta de que no tiene sentido aferrarnos a determinadas cosas o personas porque de esa manera es probable que solo les hagamos daño o nos lo hagamos a nosotros.
Como escribiera Alan Watts: “la mano que apresa el mundo es un nudo corredizo en torno de tu propio cuello, que apresa y mata la propia vida que tanto deseas alcanzar”.
Cuando apretamos demasiado el puño, el agua escapa. Solo podremos beber si mantenemos las manos distendidas.
Necesitamos reconocer que casi todas nuestras luchas, desde nuestras frustraciones hasta la ansiedad, desde la ira hasta la tristeza, desde el dolor hasta la preocupación, todas derivan de lo mismo: estar demasiado apegados a algo.
Cuando nos apegamos demasiado nos ofuscamos y no logramos ver con claridad lo que nos ocurre.
Como resultado, no podemos notar las cadenas que nos mantienen sujetos o los hábitos que nos hacen chocar una y otra vez con la misma piedra.
La solución radica en el desapego.
El desapego, al contrario de lo que muchos piensan, no implica “ser de piedra” o volvernos indiferentes, sino desarrollar una actitud en la que no bloqueamos nada.
Simplemente dejamos que el mundo siga su curso, sin aferrarnos a aquello que debe cambiar.
“El arte de vivir una ‘situación difícil’ no consiste, por una parte, en ir descuidadamente a la deriva, ni, por otra, en aferrarse con temor al pasado y lo conocido.
Consiste en ser completamente sensible a cada momento, en considerarlo como nuevo y único, en tener una mente abierta y receptiva”, aconsejaba Watts.
Cuando nos desapegamos comprendemos que la solución no pasa por sumar, sino por restar.
Dejar ir lo que nos daña. Cambiar de rumbo. Soltar el lastre.
Solo entonces podremos remontar el vuelo, esta vez sin cargas innecesarias.
El problem solving estratégico es un modelo de resolución de problemas que se puede aplicar a cualquier dificultad de la vida cotidiana, desde los problemas más pequeños hasta los conflictos más grandes. He aquí los 3 pasos fundamentales para afrontar una dificultad y no caer en la paradoja de la farola.
1. Define el problema
Albert Einstein afirmó: “si tuviese solo una hora para salvar el mundo, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema”.
Sin embargo, la mayoría de las personas piensan que definir el problema es algo banal, que es preferible buscar inmediatamente la solución. Por tanto, a menudo nos sumergimos en el problema sin saber realmente de qué se trata, sin comprender a ciencia cierta qué nos preocupa o bloquea. De esta forma, dejamos que las preocupaciones nos devoren.
¿Cómo se puede definir mejor un problema?
Puedes plantearte una serie de preguntas, propias del problem solving estratégico, que te permitirán analizar con mayor racionalidad y desde diferentes puntos de vista el problema que tienes delante.
– ¿En QUÉ consiste el problema?
– ¿DÓNDE se presenta? ¿Se circunscribe solo a determinados contextos o abarca muchas áreas?
– ¿CUÁNDO se manifiesta? ¿Se presenta siempre, con regularidad o solo en situaciones puntuales?
– ¿Con QUIÉN se presenta? ¿Está relacionado con tu pareja, tus compañeros de trabajo, tus hijos o padres?
– ¿CÓMO se manifiesta el problema?
– ¿POR QUÉ tengo este problema?
Normalmente, cuando dedicamos tiempo a definir el problema, nos damos cuenta de que en realidad hay algo mucho más profundo en su base.
A menudo descubrimos que lo que definíamos como “problema” solo es una expresión externa de algún conflicto que no hemos resuelto, un miedo o una inseguridad.
Descubrir el origen del problema es el primer paso para solucionarlo.
2. Determina los objetivos
Rumi, un poeta persa, decía: “cuando aceptamos nuestros problemas, las puertas de las soluciones se abren”.
A menudo, no solo no definimos el problema sino que ni siquiera pensamos en cómo desearíamos que marchasen las cosas una vez que lo resolvamos.
Lo que solemos hacer es quejarnos continuamente, y en esa queja va implícito el cambio que deseamos. El ejemplo típico es: “no me gusta mi trabajo, quisiera tener un puesto donde ganase más”.
Sin embargo, estos no son objetivos que puedan dinamizar nuestro comportamiento.
Para resolver los problemas es necesario que “fotografiemos” el camino y vislumbremos la meta.
Pregúntate qué puedes hacer para lograr ese objetivo, cuándo, cómo y con quién lo puedes hacer.
Resolver problemas no es simplemente saltar un obstáculo, debes saber hacia dónde quieres dirigirte.
Por tanto, ten siempre en mente los objetivos que deseas alcanzar porque de lo contrario, esas pequeñas decisiones, aparentemente intrascendentes, pueden llevarte por un rumbo que no es el que deseabas, es lo que se conoce como Efecto Mariposa.
Una vez que determinas tus objetivos, que deben ser medibles y realizables, la niebla mental se desvanece y estarás listo para solucionar el problema.
3. Afronta el problema de forma estratégica
En este punto ya eres consciente del verdadero problema y su magnitud, así como de los objetivos que pretendes alcanzar, por lo que no te queda sino afrontar la dificultad.
He aquí tres técnicas particularmente interesantes para encontrar la mejor solución:
– Empeorar el problema. Puede parecer un contrasentido pero en algunos casos, si quieres enderezar algo, primero tendrás que torcerlo.
De hecho, esta técnica es particularmente útil en esos casos en los que tenemos ni la más mínima idea sobre cómo afrontar el problema o cuando estás tan bloqueado que no puedes pensar de forma positiva y constructiva.
En ese caso, imagina cómo podrías empeorar el problema.
¿Qué podrías hacer para que la situación empeorase?
Cuando encuentres la respuesta, solo tendrás que recorrer el camino opuesto.
– Backward planning. El «Backward Planning» es una técnica de planeación inversa.
Es decir, que no inicias a trazar el mapa desde el punto de partida para llevarlo progresivamente hacia la meta; sino que comienzas desde la meta y planeas los pasos hacia atrás, hasta llegar al punto en el que te encuentras actualmente.
También es conocida como la «Técnica del Escalador» en referencia a cómo es que los alpinistas trazan el mapa para llegar a la cima de la montaña.
Partiendo desde la cima se preguntan: «¿Dónde debo estar justamente un metro antes de la cima?
¿Cuál es el mejor lugar para estar? ¿Cuál es la mejor posición?».
Y así sucesivamente hasta llegar a la base de la montaña.
Con esto logran trazar una ruta de manera rápida y limpia, sin tener que trazar nuevamente toda la ruta si es que conduce a un obstáculo que les desvíe de la cima; permitiendo así el conocimiento de la ruta más corta y más eficaz.
Se trata de recorrer el camino de la solución pero en sentido contrario. Por tanto, imagina que has resuelto el problema, visualiza cómo te sientes y comienza a ir hacia atrás.
¿Cuál fue el paso antes de llegar a la meta? ¿Y el anterior?
Es como rebobinar una cinta, hasta que llegues al punto actual. De esta forma tendrás claro el plan de acción.
La eficacia de esta técnica se basa en que resta presión a todo el proceso de resolución ya que prácticamente se convierte en un juego, de esta forma la mente queda libre de sus ataduras y puedes descubrir soluciones nuevas que el miedo o la ansiedad no te dejaban ver.
– Ir más allá del problema. Imagina cómo sería tu vida si finalmente lograses solucionar el problema.
Visualiza un día ideal, hasta en sus más mínimos detalles y si lo deseas, escríbelo.
Con esta técnica lo que se pretende es proyectar la mente más allá del problema, de manera que podamos salir del círculo vicioso que a veces construyen a nuestro alrededor los miedos y la incertidumbre.
Cuando imaginas que has solucionado el problema, te desligas de su influjo emocional y te sientes mucho más libre para encontrar mejores soluciones.
El Árbol de los Problemas:
Cómo liberarte de las preocupaciones
“Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.
Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios contratiempos. Para completar el día de mala suerte, el coche también se negó a funcionar así que el empresario se ofreció para llevarle a casa.
El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día. Sin embargo, al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas durante pocos minutos.
Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un hombre feliz.
La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche.
Cuando pasaron por delante del árbol, este le preguntó:
– ¿Qué tiene de especial ese árbol? Antes de entrar estabas enojado y preocupado y después de tocarlo eras otro hombre.
– Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. – Soy consciente de que no puedo evitar los contratiempos en el trabajo pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones a casa. Cuando toco sus ramas, dejó ahí las preocupaciones y las recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo interesante es que cada mañana encuentro menos motivos para preocuparme que los que dejé el día antes.
Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida.»
El «virus» mental de las preocupaciones
Las preocupaciones nos oprimen y se las ingenian para arruinarnos esos momentos de relax que hemos conquistado a golpe de trabajo y sacrificio. De hecho, no es extraño que cuando estamos en vacaciones, continuemos pensando en el trabajo que dejamos pendiente o que durante el fin de semana permitamos que los clientes se interpongan en el espacio familiar.
Sin embargo, Napoleón Bonaparte decía “Libérate de las preocupaciones como te liberas de la ropa antes de ir a la cama”.
En realidad, las preocupaciones actúan como un verdadero virus mental que genera ansiedad y estrés, nos convierte en personas irritables incapaces de disfrutar el aquí y ahora.
La buena noticia es que podemos liberarnos de esas preocupaciones, al menos momentáneamente y es probable que, cuando las retomemos, sean menos amenazantes de lo que parecían en un primer momento.
3 estrategias para liberarse de las preocupaciones
1. El ritual
El Árbol de los Problemas al que hace referencia la historia no es más que un ritual, pero hay muchos otros, lo importante es que encuentres el ritual que te ayude a liberarte de las preocupaciones. Por ejemplo, un buen ritual consiste en practicar meditación, respiración diafragmática o relajación 10 minutos antes de ir a la cama. De esta forma, la tormenta que existe en tu mente se transformará en un mar en calma y podrás dormir con tranquilidad.
No obstante, existen muchas otras alternativas, como por ejemplo, escuchar un poco de música o dar un pequeño paseo después del trabajo, preferentemente en la naturaleza, para deshacerse de todos los problemas que se generaron en la oficina. Lo importante es que te plantees el objetivo de aparcar las preocupaciones. Al principio te resultará difícil pero a medida que el ritual se automatice, será mucho más fácil.
2. Un ejercicio mnemotécnico
Por lo general, en las reglas mnemotécnicas escritas no existe una relación entre la palabra que se usa y la que se quiere recordar, sino que sirven como método de asociación. Por ejemplo: Si se quiere recordar la palabra “Cartagena” se puede pensar en recordar una carta que es de otra persona: “Carta ajena”.
Otra forma para liberarse de las preocupaciones consiste en ponerlas en perspectiva. Cuando nos desligamos emocionalmente de las situaciones, estas suelen parecer menos amenazantes y podemos encontrar una solución con más facilidad. Un ejercicio muy sencillo para lograrlo consiste en recordar lo que te preocupaba hace exactamente 365 días, contando a partir del presente. ¿Qué te preocupaba un día como hoy pero hace un año?
Es probable que no lo recuerdes porque, a menos que hayas pasado por una situación realmente estresante, las preocupaciones cotidianas que nos asaltan suelen ser pasajeras y no dejan huellas en nuestra memoria. Por tanto, eso que te preocupa hoy, dentro de unos meses sea intrascendente, así que comienza a restarle significado emocional ahora mismo. Cuando te sientas saturado y a punto de explotar por culpa de las preocupaciones diarias, ten en mente este proverbio sueco: “Las preocupaciones permiten que las pequeñas cosas proyecten sombras largas”.
3. La cita
Si durante los últimos días has tenido una preocupación recurrente, ha llegado el momento de pedirle una cita. Sí, reserva 30 minutos de tu tiempo cada día para pensar libremente en las cosas que te preocupan, para darle vía libre a tus inquietudes. Sin embargo, tal y como si estuvieras en una cita, en ese momento no debes pensar en nada más que en tus preocupaciones.
Muy pronto te darás cuenta de que no es fácil mantener el pensamiento concentrado durante media hora en una sola preocupación, aún así, intenta brindarle tu atención y piensa en las consecuencias del problema, hasta que adquieran un toque grotesco. De esta forma, las preocupaciones serán menos amenazantes. Además, a lo largo del día, cuando una preocupación te asalte, simplemente anótala y postérgala hasta el momento de la próxima cita. Así evitarás estar preocupado todo el tiempo, lo cual afecta tu desempeño, tus relaciones interpersonales y tu salud mental.
Y por si todo esto no fuera suficiente, puedes escribir esta frase de la escritora Jodi Picoult en un sitio que veas cada día, para que sea un recordatorio constante: “las preocupaciones son como una cinta de correr: te cansan pero no te llevan a ninguna parte”.
Esta parábola nos puede ayudar a superar los problemas y las preocupaciones.
EL BUITRE
Si pones un buitre en un cajón que mida 2 metros x 2 metros y que este completamente abierto por la parte superior, esta ave, a pesar de su habilidad para volar, será un prisionero absoluto. La razón es que el buitre siempre comienza un vuelo desde el suelo con una carrera de 3 a 4 metros . Sin espacio para correr, como es su hábito, ni siquiera intentará volar sino que quedará prisionero de por vida en una pequeña cárcel sin techo..
EL MURCIÉLAGO
El murciélago ordinario que vuela por todos lados durante la noche es una criatura sumamente hábil en el aire, pero no puede elevarse desde un lugar a nivel del suelo.
Si se lo coloca en el suelo en un lugar plano, todo lo que puede hacer es arrastrase indefenso y, sin duda dolorosamente, hasta que alcanza algún sitio ligeramente elevado del cual se pueda lanzar a si mismo hacia el aire.
Entonces, inmediatamente despega para volar
LA ABEJA.
La abeja al ser depositada en un recipiente abierto, permanecerá allí hasta que muera, a menos que sea sacada de allí.
Nunca ve la posibilidad de escapar que existe por arriba de ella, sin embargo persiste tratando de encontrar alguna forma de escape por los laterales cercanos al fondo.
Seguirá buscando una salida donde no existe ninguna, hasta que completamente se destruye a si misma.
LAS PERSONAS:
En muchas formas, somos como el buitre, el murciélago y la abeja obrera.
Lidiamos con nuestros problemas y frustraciones,
sin nunca darnos cuenta que todo lo que tenemos que hacer es ver hacia arriba.
Esa es la respuesta, la ruta de escape y la solución a cualquier problema.
Solo mira hacia arriba!!.
LA TRISTEZA MIRA HACIA ATRÁS,
LA PREOCUPACIÓN MIRA ALREDEDOR,
LA DEPRESIÓN MIRA HACIA ABAJO,
PERO LA FE …..
LA FE MIRA HACIA ARRIBA!!
Desconozco su autor