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Creencias limitantes

Creencias limitantes

La mente humana es una herramienta particularmente poderosa capaz de construir realidades tan firmes que a veces olvidamos que son tan solo percepciones.

A lo largo de nuestras vidas, adoptamos creencias limitantes que, sin darnos cuenta, condicionan nuestras vidas y nos impiden avanzar en la dirección que deseamos.

Sin embargo, la vida ya es suficientemente complicada como para añadir más tensión alimentando expectativas poco realistas.

Si dejamos que los cánones sociales y el positivismo tóxico impregnen nuestro pensamiento, es probable que terminemos con más ansiedad y frustración que paz y felicidad.

Por eso, es fundamental tomar nota de algunas de las creencias limitantes más extendidas y que más daño causan a nuestro bienestar.

Las ideas más comunes que nos han inculcado y nos hacen infelices

Los valores y metas que hoy damos por sentados, no siempre han sido compartidos por otras sociedades. Los antiguos filósofos, por ejemplo, ni siquiera buscaban la felicidad, sino que apuntaban en otra dirección.

Epicuro, por ejemplo, aspiraba a la ataraxia, entendida como un estado de imperturbabilidad del alma. lograr un alma o psique totalmente serena, no por ausencia de sentimiento o padecimiento, sino por control total de las emociones perturbadoras

En cambio, Aristóteles perseguía la eudaimonia, un estado de satisfacción individual al que se llega cuando llevamos una vida plena y equilibrada.

Las 3 creencias limitantes que debes dejar ir de una vez por todas para vivir en paz

1. “Tengo que ser feliz”

Vivimos en una especie de «tiranía del pensamiento positivo» que nos ha vendido una felicidad enlatada.

Mis amistades, pacientes y conocidos saben que práctico la Psicología Positiva, pero realista, por supuesto que los pensamientos positivos atraen actitudes positivas, pero si tu no pones de tu parte, no sirven de nada.

Sin embargo, ¿y si esforzarnos demasiado por ser felices nos estuviera haciendo infelices?

Lo cierto es que cada vez más investigaciones apuntan en esa dirección.

Un estudio desarrollado en la Universidad de California, por ejemplo, demostró que obsesionarnos con la búsqueda de la felicidad aumenta el riesgo de depresión.

Y psicólogos de la Universidad de Denver comprobaron que las personas que más valoran la felicidad, también reportan sentirse menos felices bajo condiciones de estrés, en comparación con quienes no le dan tanta importancia a ese estado.

Por tanto, quizá uno de nuestros mayores errores al buscar la felicidad sea preocuparnos demasiado por ser felices, hasta el punto de juzgar todos los aspectos de nuestra vida según su contribución a un estado emocional sumamente idealizado.

“En el mundo moderno, la felicidad es lo más parecido que tenemos a un bien supremo del que fluyen todos los demás bienes.

Siguiendo esta lógica, la infelicidad se convierte en el mayor mal a evitar”, escribió el filósofo Nat Rutherford.

Por tanto, una de las primeras creencias limitantes de las que debemos deshacernos es de esa necesidad de ser felices a toda costa.

2. “Tengo que ser ‘alguien’ en la vida”

El pensamiento de que “tenemos que ser alguien en la vida” se ha convertido en uno de los mantras más repetidos, sobre todo en una era donde las expectativas y la presión por destacar son más fuertes que nunca.

La sociedad nos empuja a abrazar el éxito, que a menudo se mide en términos materiales, una carrera exitosa o el reconocimiento social.

Sin embargo, este enfoque centrado en la validación externa a menudo solo siembra las semillas del malestar psicológico. Investigaciones recientes sugieren que esa obsesión por “ser alguien” no solo no garantiza la paz mental, sino que podría ser un obstáculo.

Quienes tienen un locus de control externo, por ejemplo, tienen más riesgo de sufrir ansiedad, estresarse, preocuparse y dañar su bienestar.

Lo cierto es que “ser alguien” en la vida no significa necesariamente sobresalir.

Cuando abandonamos la creencia limitante de que debemos ser alguien, creamos espacio para experimentar la vida desde la autenticidad, permitiendo que el bienestar surja de aspectos más profundos de nuestro ser.

Dejar ir ese pensamiento no significa renunciar a nuestras aspiraciones, sino cambiar el enfoque de cómo nos definimos y cómo percibimos el éxito.

En lugar de ser “alguien” según los estándares de la sociedad, aprendemos a ser nosotros mismos, sin la necesidad de validar nuestra existencia a través de logros externos.

Al soltar esa presión, lo que emerge es una increíble sensación de libertad: la oportunidad de vivir de acuerdo con nuestros propios valores y no con los de un sistema que nos dice que nunca somos suficientes y que tenemos que demostrar continuamente algo a alguien.

No obstante, lo cierto es que tú y yo, ya somos alguien, no necesitamos convertirnos en “alguien”.

3. “Tengo que cumplir mis sueños”

Desde el cine hasta la literatura, las redes sociales y los gurús del Crecimiento Personal, todo nos transmite la idea de que alcanzar nuestros sueños es el objetivo supremo de la vida.

Sin embargo, esa presión por hacer realidad nuestros deseos pueden convertirse en un boomerang que atente contra nuestro bienestar y equilibrio.

La lucha constante por alcanzar un ideal puede eclipsar los logros que ya hemos conquistado, creando una sensación de fracaso perpetuo.

Alan Watts considerado como uno de los mejores intérpretes del pensamiento oriental en Occidente,  se refería a esa especie de trampa que nos tendemos explicando que, si siempre nos orientamos hacia el futuro, hacia un estado ideal que nunca llega, nos alejamos del presente, que es donde realmente transcurre la vida.

Debemos comprender que el viaje que nos conduzca hasta nuestros sueños debe ser tan valioso como el destino en sí.

Si nos enfocamos únicamente en la culminación de nuestras aspiraciones, corremos el riesgo de olvidar el valor de las experiencias que vivimos en el camino y eso suele conducirnos a una espiral de insatisfacción permanente.

En cambio, asumir que quizá algunos de esos sueños se han quedado desfasados o que simplemente no los alcanzaremos puede reportarnos una paz interior enorme.

Se trata de soltar el fardo de lo que no puede ser o ha perdido su sentido para abrazar lo que realmente es.

Se trata de romper esos acuerdos que una vez firmamos con nosotros mismos para actualizarlos a la luz de las circunstancias actuales, con más experiencia, madurez y conocimiento de causa.

En última instancia, esa tranquilidad de espíritu se alcanza cuando soltamos todas las creencias limitantes sobre lo que deberíamos hacer, ser o pensar.

Al liberarnos de esta carga, podemos vivir con mayor autenticidad, valorando cada paso que damos, independientemente del resultado.

En ese espacio de aceptación, descubrimos que la felicidad no reside solo en alcanzar metas o en destacar de los demás, sino en la forma en que elegimos vivir y experimentar el presente.

En los últimos años se ha dado un crecimiento considerable de libros basados en el pensamiento positivo.

Todos ellos te comparten una idea generalizada de optimismo y sus beneficios. Incluso pareciera que si no adoptas esto en tu vida hay algo mal contigo.

Puedes creer que el pensamiento menos positivo te llevará a perder la felicidad, la salud y el bienestar.

En teoría, solo atraes aquello en lo que piensas.

Incluso si te crees todo esto, puede parecer lógico que una actitud positiva es vital para alcanzar el éxito.

Si estás de acuerdo con esta idea, te sorprenderá saber que hay evidencia científica de que esto no siempre es así.

De hecho, el pensamiento positivo puede sabotear tu propio éxito.

El peligro del pensamiento positivo

 Adoptar el pensamiento positivo te lleva a idealizar el futuro.

El problema con esto es que tu motivación para lograr tus objetivos se vuelve algo floja.

Comienzas a creer que es más importante mantener la confianza que trabajar por lo que anhelas.

Puede pasar el tiempo sin que te des cuenta de que te estás hundiendo en un optimismo sin soporte real.

El pensamiento positivo solo es útil si va acompañado de realismo y creas un plan de acción que te ayude a alcanzar tus objetivos.

Si te relajas demasiado podrías encontrarte con que tus sueños y metas no tienen los resultados a largo plazo que esperabas.

Esto pasa porque la diferencia entre un anhelo y el éxito es el esfuerzo que inviertes.

Aunque el pensamiento positivo puede ser reconfortante, tiene un precio.

Muchos creen que al incluirlo en su vida ya se pueden olvidar de hacer algo más.

Esta idea crece porque en algunas ocasiones sí se dan buenos resultados…Pero estos suelen ser momentáneos.

¿Por qué es tan bien aceptado el pensamiento positivo?

 Puedes ser la persona más escéptica del mundo y aun así verte tentado a creer en el pensamiento positivo y sus beneficios. Es algo muy normal.

La vida diaria es tan complicada que siempre buscamos alternativas para lidiar con la realidad.

Además, puedes estar buscando cosas o metas que no son realistas o no te son posibles.

La esperanza es una forma de defensa que tiene nuestra mente.

Pero no tiene tanto poder como para cambiar el mundo real según tus ideas o expectativas.

La forma incorrecta de usar el pensamiento positivo

Te puede ser de gran utilidad si lo usas de forma apropiada y sin esperar más de lo que realmente te puede aportar.

Antes de formar castillos al aire, crea las bases reales de lo que esperas a futuro.

El pensamiento positivo prologa nuestra búsqueda, a veces impidiéndonos hacer grandes descubrimientos…

Si realmente queremos que sea útil, el pensamiento positivo tiene que ir acompañado de un objetivo.

Primero, pensar en positivo porque, en caso contrario, difícilmente daremos ningún paso.

Segundo, marcarnos una meta: queremos algo, tenemos que solucionar algo…

Necesitamos ser conscientes de dónde estamos y adónde queremos llegar.

Con un pensamiento positivo, pensaremos que nuestro objetivo es alcanzable y lucharemos por él; ahora sólo nos resta poner los medios para logar lo que deseamos o necesitamos.

Pensar en positivo genera cambios en nuestra mente y en nuestro cuerpo; todos podemos generar estos pensamientos, a fin de cuentas somos nosotros los que pensamos, nos ayudará a buscar la parte buena de lo que nos rodea, que siempre está, aunque en ocasiones nos resulte muy difícil de encontrar.

Cuando la hallemos, seamos amables y demos gracias por su presencia a la vida o a quien nos la haya facilitado; ser agradecidos es bueno para nosotros y para los que nos rodean.

El pensamiento positivo nos invita a no dejar nuestro estado de ánimo en manos de las circunstancias externas.

Siempre tenemos el poder de escoger aquellos pensamientos que nos ayuden a sentirnos bien.

El optimismo y el positivismo cada vez están más de moda.

De todas partes nos llegan mensajes animándonos a sonreír, a disfrutar y a ser felices.

Con un planteamiento tan simplista y reducido es lógico que sean muchas las personas que consideran esta propuesta un tanto infantil e ingenua.

Por ello vamos a profundizar en la base del pensamiento positivo y en la explicación de los muchos beneficios que puede aportar a nuestra vida.

Es lunes, está lloviendo a mares y llegas tarde al trabajo. Has perdido el autobús, por lo que te toca caminar a toda prisa mientras tratas de que el paraguas no se te vuele con el viento.

De pronto, en una parada de autobús o en el cuaderno de un escaparate lees un mensaje del estilo: “sonríe“, “la vida es maravillosa”. Seguramente esto te enfurezca aún más.

A ti te gustaría ser feliz, pero las circunstancias no colaboran.

A pesar de que ese mensaje que te resulta tan frustrante sea una incompleta simplificación, la enseñanza que alberga es una de las más beneficiosas que podemos aprender.

Pensamiento positivo y negativo

Una de las premisas más demostradas en la historia de la psicología es que no vemos el mundo como es, sino como somos.

La realidad es sólo un conjunto de sucesos que toman forma a la luz de nuestros pensamientos.

Son estos los que dotan de significado a lo que nos acontece, y le otorgan una valencia positiva o negativa.

Son muchas las corrientes que emplean este supuesto en sus técnicas de cambio terapéutico.

Nuestros pensamientos definen nuestro estado de ánimo, independientemente de lo que ocurra alrededor.

Es por ello que existen personas mayoritariamente felices y otras generalmente insatisfechas.

No se trata de que las primeras tengan una vida especialmente privilegiada, sino de que estas deciden, en cada momento, alimentar su pensamiento positivo.

Podemos imaginar nuestra mente como un espacio en el que habitan dos semillas: la del optimismo y la de la de la negatividad.

Cada día tenemos la oportunidad de escoger cuál regar y ayudar a que crezca.

Pero hemos de saber que, cualquiera que sea la más cuidada, irá haciéndose fuerte hasta ocupar todo nuestro espacio mental.

Tienes el poder de escoger

Muchas personas pensarán: “riego la positiva cuando me ocurren cosas buenas y la negativa cuando me va mal, es lo lógico”.

Puede que te resulte lógico pero, desde luego, no es funcional. ¿Por qué dejar que tu estado de ánimo quede a la deriva de las circunstancias externas?

Escoge siempre alimentar el lado positivo pues es quien te ayudará a mantener el optimismo y la motivación para salir adelante.

Regodearte en malos pensamientos, asentarte en la posición de víctima no cambiará lo que te ha sucedido.

Al contrario, intensificará tu malestar y te hará percibir, únicamente, más detalles negativos.

Pues, hemos de tener en cuenta que los patrones de pensamiento se retroalimentan: cuánto más piensas en negativo más fácil te resulta hallar motivos de frustración e insatisfacción.

Y lo mismo ocurre al contrario.

Sería ideal que comenzasen a inculcarnos el hábito del pensamiento positivo desde que somos niños.

De esta manera nos resultaría sencillo y natural percibir la belleza de la vida y desarrollaríamos una actitud de gratitud.

Seríamos capaces de ver la oportunidad en cada situación y afrontaríamos la adversidad con confianza y optimismo.

Sin embargo, muchas veces esto no ocurre y crecemos con un patrón de pensamiento negativo.

Un radar para detectar la dificultad y la injusticia y sentirnos víctimas del mundo.

Tras años regando la planta de la negatividad, el pensamiento positivo nos resulta incomprensible.

Sin embargo, recuerda que siempre estás a tiempo de cambiar la realidad con tus decisiones.

Proponte dejar morir de sed a tus viejos patrones y comenzar a alimentar tu capacidad de percibir lo bueno.

Comprobarás que, cuanto más prácticas, más sencillo le resulta a tu mente hallar lo positivo.

Por ello, no esperes y haz la prueba.

Por muy forzado que te resulte al inicio, terminará resultándote natural.

La vida no es maravillosa porque todo te salga a pedir de boca, es maravillosa cuando tú decides que lo sea.

Sonreír no ha de ser una consecuencia a los sucesos externos, sino una decisión diaria y personal.

Ahora estamos en disposición de empezar a disfrutar de lo que vivimos, del camino para alcanzar nuestros objetivos y de los objetivos, cuando los logremos.

Ahora, por favor, una sonrisa; son pocos músculos los que hay que mover y es provechoso, genera bienestar, contagia a otros que nos la devuelven y, cuando la recibimos de vuelta, nos hace sentir muy bien.

Por mi parte, termino con una inmensa sonrisa para ti.

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