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Caperucita, la abuelita y el lobo feroz van al terapeuta

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Caperucita, la abuelita y el lobo feroz van al terapeuta

Érase una vez Caperucita, su abuelita y el lobo feroz.

Un día, viendo que las cosas no iban del todo bien, que llevaban unas vidas un tanto ajetreadas y complicadas, y, sobre todo, que estaban cansados de vivir siempre el mismo cuento, decidieron ir a ver a un buen psicólogo. Al cabo de unos meses de trabajo terapéutico…

…Caperucita decidió dejar de hablar con lobos seductores, manipuladores y mentirosos que la engañaban y la hacían andar más de la cuenta por caminos largos y complicados.

…La abuelita decidió dejar de abrir la puerta a lobos que se hacían pasar por tiernas niñas, aunque peludas y con la voz ronca. Decidió, además, dejar de vivir en una casa aislada en medio del bosque y se compró un pisito en la ciudad. También contrató a una asistenta para que la cuidase y le hiciera la compra, a fin de evitar que su nieta tuviese que llevarle provisiones atravesando un bosque lleno de lobos mentirosos y peligrosos. Porque la abuelita, gracias a la buena fe de su hija y su nieta, había ido ahorrando con el tiempo dinero de sobras para pagarse el pisito y la asistenta.

…Y el lobo feroz decidió dejar de disfrazarse de abuelita y de meterse en camas ajenas para cazar. Vio que era más fácil cazar conejos en el bosque que complicarse la vida engañando a niñas y abuelas usando disfraces… Es decir, decidió ser un lobo de verdad, un lobo auténtico.

Y colorín colorado, el cuento se ha acabado…¡Definitivamente!

Para descanso y felicidad de sus tres protagonistas.

Moraleja: quizá para empezar a ser felices de verdad lo que toca es empezar a ser sinceros con nosotros mismos para vernos tal cual somos, pedir ayuda si la necesitamos y, en definitiva…

¡Dejarnos de cuentos!

(Texto readaptado de La Brújula Interior de Alex Rovira)

Lo ideal es, solicitar ayuda a alguien que te merezca confianza, que esté dispuesto a escucharte… sin juzgarme. Esto es fundamental: sin que te sientas juzgado. Alguien que te permita expresar todo lo que piensas, todo lo que sientes (tus temores, tus fantasías, lo que crees que son tus límites) sin sentirte amenazado por su reacción, por su rechazo, por su burla…

Pedir ayuda a un profesional. O sea, a un terapeuta, consultor personal, coach, psicólogo, orientador… alguien, en definitiva, que realmente me escuche con interés, que me genere confianza, que me permita mostrarme libremente.

Este alguien me acompañará en el camino de búsqueda hacia ese interior que no ha salido porque no ha encontrado el espacio, el lugar ni la forma para hacerlo… Así, progresivamente irás viendo las cosas de una manera distinta e imaginando nuevos posibles escenarios en los que ubicarte de forma más cómoda.

P. D. Marcel Proust dijo en cierta ocasión: «Nada ha cambiado, sólo yo he cambiado; por lo tanto, todo ha cambiado». Creo que no hay mejor inversión que aquella que recae en nosotros mismos y que tiene como propósito que nos reconozcamos como responsables de nuestras vidas en lugar de como víctimas de las circunstancias.

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