La capacidad de estar solo o sola
La soledad es para algunos un castigo y para otros un regalo.
La soledad es una sensación que todos hemos experimentado en algún momento.
Sin embargo, los significados que le atribuimos pueden ser muy variados.
Mientras para unos sugiere aislamiento, para otros significa refugio.
Sus implicaciones son tan amplias que no podemos determinar una única acepción para este término, pues existen muchos tipos de soledad.
El modo en que vivimos la soledad depende de nuestra personalidad, pero también del contexto y las circunstancias que la rodean.
Helen Mirren dijo una vez:
“Uno de los grandes regalos de envejecer es descubrir el exquisito arte de estar sola. Lo que antes era un incómodo silencio, ahora es un lujo.
La casa está en paz, y puedo bailar en la cocina sin ser juzgada o simplemente no hacer nada.
Mi mejor compañía soy yo misma, con un café, una buena película y la libertad de ser, porque la soledad no es ausencia, es plenitud y paz mental.”
Miedo a la Soledad
Autofobia. No, no es un miedo a los coches. Es el temor a estar solo o sola en la vida.
¿Por qué tantas personas tienen tal miedo a la soledad, que incluso las hace aceptar relaciones de abuso, o maltrato de amigos o parejas?
Para muchos terapeutas y expertos en el tema, el miedo central que reside en una persona con Autofobia es el miedo o la sensación de abandono.
La persona que tiene temor a estar sola no confía en sus capacidades personales para salir adelante.
Muchas veces, según los investigadores, este temor viene desde la primera infancia, cuando el bebé tenía alguna necesidad que no fue atendida o satisfecha.
De niños, se reforzó el temor al no ser atendidos debidamente por sus padres. El niño abandonado teme estar solo.
En la antigüedad aprendimos que podíamos resolver los problemas y enfrentar a los depredadores y tormentas en grupo, aprendimos a colaborar y trabajar juntos para lograr el avance personal y social, desarrollamos el habla y el lenguaje para comunicarnos con otros, las caricias para reforzar los vínculos.
El miedo a estar solo o sola es algo que ha acompañado al ser humano desde sus inicios.
El miedo es parte natural y casi instintivo del ser humano, existe para protegernos y para ayudarnos a sobrevivir cuando realmente hay un peligro.
El problema hoy en día es que tenemos miedo por muchas más cosas de las que realmente atentan contra nuestra vida, una de ellas es la soledad.
Somos seres sociales por naturaleza, pero eso no significa que no podamos estar en soledad.
Estar solo es una realidad de la vida; las personas nacemos solas y aunque creamos lazos afectivos durante nuestra vida, esencialmente debemos valernos por nosotros mismos.
Lo más importante es que, cuando aprendemos a conectar con nosotros mismos, nos damos cuenta de que no estamos solos.
La soledad como tal no existe en quien sabe estar consigo mismo, y sabe asumir esa responsabilidad.
No obstante, dado que se trata de algo ineludible, la decisión más inteligente es aprender a gestionarla.
En este sentido, el primer paso para ello consiste en reconocer los distintos tipos de soledad con los que podemos encontrarnos.
Transitoria o crónica
El primer aspecto en el que hemos de fijarnos para definir los tipos de soledad a los que nos enfrentamos es su duración.
Así, la soledad transitoria es aquella que se presenta de manera puntual y acotada en el tiempo.
Podemos sentirla al perder un vínculo afectivo importante para nosotros, como ante la muerte de un ser querido, el fin de una amistad o la ruptura de una relación de pareja.
También podemos hablar de soledad transitoria cuando esta viene motivada por unas circunstancias externas que la hacen esperable.
Así, cuando nos trasladamos de ciudad o cuando comenzamos en un nuevo trabajo, podemos sentirlos solos.
Se trata de una sensación pasajera que desaparecerá en el momento en que conozcamos y conectemos con nuevas personas.
Por el contrario, la soledad crónica es aquella que se ha instalado en nuestra vida.
No se encuentra relacionada con unas circunstancias concretas, sino que deriva más bien de nuestras actitudes y miedos.
Algunas personas, debido a malas experiencias pasadas, escogen la soledad para evitar enfrentarse al posible daño que pueden causarles las relaciones con otros.
Así, esta situación de aislamiento viene manteniéndose desde hace tiempo y no se planea cambiarlo a corto plazo.
Contextual o global
Por otro lado, no es igual una soledad circunscrita a un contexto específico que otra que abarque la práctica totalidad de nuestra vida.
Podemos, por ejemplo, sentirnos solos en el plano afectivo de pareja, mientras gozamos al mismo tiempo de relaciones abundantes y significativas en otros ámbitos.
Sería diferente el caso de aquellas personas que sufren la falta de contacto humano e interacción social de forma generalizada.
Bien sea porque evitan este acercamiento o porque, por diversos motivos, no cuentan con esos vínculos.
Social, emocional o existencial
Además, podemos diferenciar entre la soledad social, emocional y existencial.
La soledad social hace referencia a la experiencia de sentirnos aislados o excluidos de un grupo, con independencia de que pertenezcamos o no a él.
Así, si las personas de nuestros entornos cotidianos nos rechazan o no nos admiten en su círculo, podemos sentirnos solos.
Lo mismo ocurrirá si no contamos con amistades o conexiones sociales que satisfagan nuestra necesidad de pertenencia.
Por su lado, la soledad emocional implica que nuestros vínculos no son significativos o no aportan un apoyo de calidad. Ocurre cuando, pese a estar rodeados de personas, no nos sentimos acompañados, comprendidos ni nutridos emocionalmente.
Por último, la soledad existencial es un concepto más trascendental, vinculado a la necesidad humana de otorgar sentido a nuestras vivencias.
Cuando aparece este tipo de soledad, nos sentimos desconectados de todo y de todos, sintiéndonos incapaces de llenar un vacío que persiste pese a contar, al menos en apariencia, con todo lo que podemos necesitar.
Ventajas de vivir solo y disfrutar de tu independencia
La soledad puede ser una gran aliada, siempre y cuando se escoja. Vamos a referir algunas muestras de en qué te beneficia no convivir con nadie en el hogar.
Aunque para algunas personas resulta complicado pasar tiempo en solitario, también es posible disfrutar sin convivir con otros.
No se trata solo de hacer lo que se quiere cuando se quiere, sin dar explicaciones.
De hecho, es posible encontrar placer en gestionar la vida diaria y no depender de alguien para el ocio.
¿Se puede disfrutar la soledad?
La soledad no deseada es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades coronarias, abuso de sustancias o depresión, entre otras cuestiones de salud, señala un artículo en los Cuadernos de Trabajo Social.
No obstante, si este estado es voluntario, como cuando alguien se independiza en solitario, se habla de soledad elegida y no de aislamiento social o deterioro de las relaciones.
Y es que la soledad, voluntaria y bien gestionada, es una oportunidad para cultivar la independencia y la autenticidad.
Como indican un estudio, publicado en Boletín de Personalidad y Psicología Social, estar a solas con uno mismo tiene ciertos efectos beneficiosos; que vamos a comentar:
La soledad elegida conduce a la relajación y la reducción del estrés.
Se incrementa el autoconocimiento y se fomenta la autonomía personal.
Los estados emocionales positivos no se disipan cuando la persona está sola.
Cuando se realiza una actividad en solitario de manera voluntaria se favorece la autorregulación.
Las experiencias afectivas de alta intensidad, tanto positivas como negativas, se desactivan antes.
Ventajas de vivir solo y ser independiente
Pasar tiempo con uno mismo ayuda a conectar con las propias emociones y a gestionarlas mejor, sin interferencias externas.
Sin embargo, las ventajas no se quedan solo en las mencionadas.
Veamos otras igual de interesantes.
1. Favorece la autogestión
Vivir solo implica un mayor número de toma de decisiones, ya que no existe nadie que lo haga por ti.
Esta necesidad de mantener la vida cotidiana en orden acaba por dotar de estrategias que elevan la eficiencia y eficacia en la ejecución de tareas.
A su vez, conduce a sensaciones de logro personal y satisfacción. Dicho en otras palabras, se apuesta por la autonomía, la independencia y el empoderamiento.
2. Introspección mejorada
La soledad proporciona un espacio tranquilo para explorar los pensamientos, deseos y objetivos personales sin influencias externas.
Si bien vivir solo no elimina el efecto de las relaciones personales en el autoconcepto, sí le da más espacio a la reflexión y, en definitiva, a pasar más tiempo con uno mismo.
3. Aumento de la creatividad
Quienes disfrutan la soledad, a menudo, necesitan un ambiente tranquilo y sosegado para sacar sus ideas a la luz.
Es algo observado ya en ambientes escolares, donde los niños a los que se les permite trabajar en solitario cuando lo requieren tienden a rendir mejor.
Así lo detalla una tesis de la Universidad de Toronto.
Esto no está necesariamente relacionado con la introversión, pero muchos individuos introvertidos son más creativos cuando tienen tiempo para sí mismos.
Por otro lado, el hecho de no contar con ayuda para resolver los problemas del día a día también fomenta la creatividad.
La persona que vive sola, al tener que enfrentarse a contratiempos, se ve obligada a esforzarse más por encontrar una solución.
4. Es una vía de escape
Las relaciones interpersonales se complican para todo el mundo, en alguna ocasión.
Por eso, una de las ventajas de vivir solo es tener un espacio seguro al cual volver cuando así ocurre, en el que se pueden gestionar las emociones sin interferencias ni exigencias externas.
De esta forma, los estados emocionales intensos se regulan con más rapidez.
Además, la independencia sin acompañantes reduce la exposición a conflictos.
Si bien aquellos que se producen fuera de casa son inevitables, el número total de encuentros desagradables se reduce cuando alguien vive solo, de manera que su estrés relacional se verá reducido.
5. Mayor flexibilidad mental
Como comentaba, ante los desafíos y cambios inesperados, las personas que viven solas tienden a desarrollar una mayor capacidad para encarar y superar obstáculos.
El constante enfrentamiento con la incertidumbre fomenta la flexibilidad mental y la resiliencia.
6. Espacio personal
Otra de las ventajas de vivir solo es la posibilidad de dedicar todo el tiempo libre a los intereses personales.
Aunque algunas formas de ocio se orienten a la socialización, siempre será bajo el criterio de la persona y no necesitará rendir cuentas a nadie en casa.
7. Relaciones significativas
Alguien que valora su tiempo en soledad tiende a ser más selectivo con sus relaciones personales.
Estas suelen ser pocas y profundas, por lo que procuran que sean sanas y aporten positividad a la vida.
Esta tendencia, relacionada con la introversión, no tiene por qué ser un perfil inamovible.
También existen individuos cuya socialización es un pasatiempo y establecen relaciones más superficiales.
Disfrutar de la independencia a cualquier edad
La elección de la soledad es lo que marca la diferencia entre obtener las ventajas de vivir solo y sufrir graves consecuencias para la salud.
La soledad elegida ayuda a evitar situaciones desagradables o dedicar tiempo a tu ocio personal.
Por eso, si te planteas independizarte sin nadie más (y tu economía lo permite), no dudes en utilizar esa oportunidad para conocerte de un modo profundo. Encontrarás que dentro de ti hay más de lo que creías.
No todos los tipos de soledad son negativos
No obstante, la soledad no es necesariamente un estado o sensación de valencia negativa.
Es una oportunidad para pasar tiempo con nosotros mismos, conociéndonos, escuchándonos o cicatrizando heridas que puedan dolernos.
Nos ofrece también la oportunidad de recargar nuestra energía cuando el grado de estimulación social nos sobrepasa.
Finalmente, nos enseña a valorar, apreciar y agradecer nuestra propia compañía, de manera que no necesitemos mendigar la presencia de otros.
No obstante, hemos de preguntarnos si realmente valoramos nuestra soledad o nos aferramos a ella por miedo.
Estar a solas es sano y enriquecedor, pero todos necesitamos interactuar e implicarnos con otros.
Por ello, no temas a tu soledad pero tampoco te aferres a ella para evitar las decepciones, el rechazo o el dolor.
Fortalécete de modo que tus decisiones sean libres, el miedo no es un buen consejero.
El aprender a disfrutar de ti mismo te lleva a conocerte, a valorarte y a desarrollar una autoestima sana.
La vida te está proporcionando la valiosa oportunidad de estar con la persona más importante para ti “tu mismo”.
Es importante saber que es muy diferente el estar solo a sentirse desolado.
Según Jorge Bucay en su libro “El camino de la autodependencia”
Autodependencia significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas: quién soy, adónde voy y con quién.
Para autodepender, voy a tener que pensarme a mí como el centro de todas las cosas que me pasan.
La gente autodependiente no es manipulable. Y todo el mundo detesta a aquella gente que no se deja manipular.
Lo que pasa con la gente que sufre es que ha sido abandonada de sí misma.
Cualquier que no ostente los siguientes cinco permisos no es una persona:
Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
Ser persona es el único camino para volverse autodependiente.